Cuando el vino tiene sus años, dicen los que saben, su sabor se enriquece. Es el mismo principio que se aplica en el caso de Pedro Aznar: el tiempo le ha dado la madurez necesaria para apreciarlo en su plenitud artística.

Gracias a su último trabajo discográfico "Contraluz", el ex Serú Girán se desplaza entre el rock, el folclore, el pop y la fusión. Hace raíces en varios estilos y ritmos en simultáneo, como así también, en el arte de la música, la fotografía y su pasión por la vitivinicultura.

Pedro Aznar se presentará mañana domingo 9 de abril a las 21 en el Auditorio Juan Victoria (Urquiza y España). Entradas anticipadas en Tarjeta Data 2000, Funky Multiespacio y Cultura Under. Valores: $450; $400; y $350.

Sin dejar de lado su paz espiritual, el cantautor es también consciente de la realidad en la que vive y mantiene una mirada crítica sobre la actualidad en una sociedad con fuertes discusiones políticas. 

- ¿Se puede resumir a "Contraluz" como una síntesis acabada de tu historia musical?

- Es el resultado de muchos años de trabajo y de búsqueda y un fiel exponente de lo que vengo desarrollando como propuesta, la fusión del rock con la música de raíz latinoamericana. En esos dos sentidos, sí, es una buena síntesis.

- En el disco hablás de los espejismos de la canción. ¿Cuáles serían esos espejismos que enfrenta el artista? 


- No son los espejismos de la canción, sino los espejismos de la vida. Vemos el mundo a través de quiénes somos y de lo que anhelamos, nunca la mirada es neutral. Cuando esa percepción parcial se maximiza, pasamos a estar en un limbo con poca conexión con la "realidad". De eso habla la canción "Contraluz" de las proyecciones que hacemos, de cómo construimos nuestra propia película para adaptarla a nuestros deseos y necesidades, hasta el punto en que un día podemos haber perdido toda objetividad.

- ¿En este álbum hay una fuerte influencia de tu afición a la fotografía?

- Creo que todas las disciplinas creativas que desarrollo además de la música (la fotografía, la vinicultura, la poesía) se influyen y modifican mutuamente. Cada una tiene su propio universo y sus desafíos técnicos particulares, pero en el fondo lo que alimenta todo es una visión en común, que es mi manera de entender y ser en el mundo. 

- ¿Cómo es el Aznar de hoy a los 57 años?

- Cambié mucho en muchas cosas, desde que me sumergí por completo en el mundo de la música a los catorce, pero en algunas, esenciales, sigo siendo el mismo. El tiempo me ha enseñado (muchas veces, a los golpes) a tener más paciencia y saber que hay cosas que no se pueden apurar. Bajé la ansiedad, aprendí a no ser tan tajante con las opiniones, y antes de hablar o decidir considero seriamente la posición del otro; aun cuando, por temperamento, la primera intención sea explotar como un volcán. Lo que no cambió es un hambre de sentido, de preguntar lo que no tiene respuesta, de encontrar la llave que abra la puerta del misterio.

- ¿Cuáles son tus principales obsesiones y tus miedos recurrentes cuando enfrentas un espectáculo en vivo?

- El miedo subyacente es, creo, común a todo el que se sube a un escenario: ¡que salga todo mal! (risas). Lo que me ocupa (más que "preocuparme" o, menos aún, "obsesionarme") es que el que viva ese espectáculo entre en un viaje que lo lleve a conectarse con lo más hondo de sí mismo. Que se emocione, reflexione, se alegre, inspire y entusiasme y salga distinto de cómo entró. 

- ¿La política cultural del actual gobierno nacional ha beneficiado a los artistas populares en alguna manera?

- Somos un país con una oferta cultural enorme, un semillero de artistas de calidad. Difícilmente se podría ser perfectamente ecuánime en darles cabida a todos por igual. Hasta donde yo sé (y aclaro que no conozco las grillas de los festivales a la perfección) en la actual gestión se trata de dar espacio a artistas consagrados y a nuevas propuestas. 

 - ¿Hay una división fuerte en la sociedad por la pugna de dos modelos de país?

- Sí, y ninguno de los dos me parece viable. En uno, el estado es un padre sobreprotector que no deja crecer de verdad a sus hijos y todas las noches les cuenta un cuentito hermoso que poco condice con lo que pasa ahí afuera; en el otro es un padre ausente que los deja librados a su suerte en una jaula de leones. El estado, en mi opinión, debería ser un regulador que impidiera el abuso de poder y la concentración ilimitada de la riqueza, asegurara la justicia y la legitimidad de las instituciones democráticas, trabajara para la transparencia y no permitiera que las grandes corporaciones pesaran más que la decisión del soberano, que es el pueblo. 

- ¿Cuál es el mensaje que un artista popular debe pregonar?

- ¡Pregonar nada! No me gustan los panfletos hechos canción ni los artistas convertidos en voceros de un partido. Si bien nadie puede ser cien por ciento imparcial o justo en su palabra, creo que el verdadero compromiso de un artista debe ser con la libertad. Y con libertad (palabra vapuleada y usada tantas veces para esclavizar y someter) quiero decir independencia de criterio, pensamiento crítico, no obediencia ciega a un dogma.