Melancolía atrevida, visión casi electrónica y agallas revolucionarias (y tempestivamente subestimadas). Son los inevitables rasgos de Piazzolla; ese bandoneonista y compositor que innovó los cimientos del tango, nació el 11 de marzo de 1921 y falleció un 4 de julio de 1992, aunque su influencia permanece intacta. Al menos y acoplados a los múltiples homenajes en adhesión a la fecha, diversas personalidades de la jerga arrabalera charlaron con DIARIO DE CUYO para festejar sus teóricos 90 años con la misma pasión (y controversia) que despierta su inoxidable "Adiós Nonino".

"Gracias a Dios vino a mostrarnos otra manera de tocar el tango. Fue un gran adelantado para la época. Creo que habla al mismo nivel que Mozart o Beethoven", aseguró el cantante Claudio Rojas recordando que Balada para un loco "es el tango que más me pide la gente" y que

hace algunos años ofreció en el Auditorio el "Encuentro Gardel-Piazzolla" junto al conjunto Pie de Palo "para mostrar su filosofía tanguera". Hábito de convicciones que también subrayó Mora Godoy, la reconocida milonguera, reafirmando sus instintos visionarios.

"Siempre siguió con la seguridad de que lo que hacía estaba bien y le gustaba. De hecho, el mundo entero, interpreta sus composiciones porque es un gran referente de la música de Buenos Aires", agregó la eximia bailarina de 2X4 que lo considera su "máxima inspiración" y adora bailar su Libertango.

Gran parte de la niñez del políglota Astor, transcurrió entre la apabullante Nueva York -ahí se hizo amigo de Gardel (1934)-, la exploración del jazz, la necesidad de Bach y una sólida formación de armonía y música clásica y contemporánea. Cimentación ideal para terminar haciendo posteriormente los arreglos orquestales para el maestro Aníbal Troilo y asomar su etapa más crítica y vanguardista: los años "60 y "70. En esas décadas rebeldes y bajo la complicidad de su robusto bandoneón, proliferó sus composiciones y logró innovar al tango en lo que respecta a ritmo, timbres y armonía. Aggiornamiento que, muy a su pesar, no gozó de la bienvenida de sus pares ortodoxos.

Astor -si se quiere, semejanza milimétrica de Osvaldo Pugliese- cimentó los constantes ataques de la "vieja guardia" tanguera y tal fue la resistencia de sus colegas que no sólo lo erradicaron de las radios sino que hasta lo apodaron "el asesino del tango" -mote paradojal si se tiene en cuenta que revitalizó su trascendencia a escala global-.

"Destruye la esencia del tango. Es un irreverente", se escuchaba decir en la boca de los comentaristas de otrora y a la par de algunas compañías discográficas que rechazaban sus obras.

"Creo que es natural que cuestionaran su aporte. La gente del tango tradicional lo veían como una cosa extraña, pero gracias a él se han abierto otras puertas y el género se ha renovado. Si bien, no era bailable a modo tradicional, sus fusiones enriquecieron su danza", reflexionó Gerardo Lecich, coreógrafo del Ballet San Juan Nuestro Tiempo.

"Es criticado porque hizo. Si el que hace es criticado, imaginate el que hace algo nuevo y rompe con un modelo y es absolutamente vanguardista", adhirió Godoy.

En definitiva, esta fecha deja un moraleja: el triste adiós de Piazzolla puede ser tan sensible como su arte, pero tan feliz como su eternidad. Y eso es tan vital como un nacimiento.