Cientos de personas pasan a diario a su lado. De vez en cuando, una que otra se escapa de la rutina para observarlo, para redescubrirlo. Símbolo de Concepción y de este San Juan que motivó y anidó su creación, el monumento a Juan Jufré se erige tan sólido como su propia roca, recortándose en el diáfano cielo provincial. Todos lo han visto alguna vez, ¿pero cuántos conocen la historia y el significado de esta producción que hoy -cuando se celebra un nuevo aniversario de la fundación de la provincia- recobra protagonismo? Hoy, justamente, se cumplen 65 años de aquel certamen nacional que impulsó su creación. Concurso que tuvo 17 postulantes y que finalmente ganó Miguel Angel Sugo, un uruguayo autodidacta que se había radicado en Argentina y que de la mano de Jufré llegó a estas tierras que le prodigaron familia y reconocimiento, y de donde no se iría nunca más.

Sugo -de quien en marzo de este año se cumplieron 100 años de su natalicio y en octubre próximo se conmemorarán los 10 de su fallecimiento- pisó Buenos Aires en 1942, con el encargo de unas obras para la casa central del Banco Nación. Luego se fue a probar suerte a Mendoza, hasta que en 1948 el proyecto que había presentado al Concurso para el Monumento a Juan Jufré -impulsado por el gobierno local de Ruperto Godoy- ganó el primer premio y armó sus valijas… por última vez. Tenía 35 años y varios premios en su haber.

Con una visión americanista que por entonces incomodó a ciertos sectores, es el encuentro de dos culturas lo que plasmó en esta obra que se convertiría en uno de los monumentos más importantes de la provincia. Situada en la plaza del "Pueblo viejo’ (donde, según los historiadores, se llevó a cabo la fundación de San Juan); para concretarla Sugo instaló una suerte de tienda de campaña en el mismo paseo, con todos sus elementos. Allí trabajaba y vivía.

"Cuando llegué, no encontré un solo lugar donde alquilar para vivir. Me fui a vivir a la plaza de Concepción, al lugar mismo donde realicé la escultura en piedra de Jufré. Ahí construí mi ranchito y me quedé. Todavía estaba soltero en esa época’, recordaba en 1998, en charla con DIARIO DE CUYO, el artista de humildes orígenes, que había aprendido a leer y escribir a los 24 años.

Con la ayuda de algunos colaboradores, comenzó la ardua tarea de tallar los grandes bloques de travertino traídos de La Laja y de piedra granítica-salicia del Cerro Blanco, usando como referencias modelos a escala de yeso. El monumento le deparó una de cal y una de arena. Nunca terminó de cobrarlo, pero gracias a eso, sumó prestigio nacional y conoció a quien sería su mujer. "Cuando terminé el trabajo no me pagaron y estuve seis días sin comer. Entonces me fui a casa de un amigo que tenía en Punta de Rieles y ahí conocí a una señorita yugoeslava que después sería mi señora’, contó en aquella entrevista, donde señaló que su obra fue inaugurada el 13 de junio de 1951. Un día antes, Sugo preparaba todo para el acto, cuando un policía le avisó que había nacido su primer hijo. Ya había echado raíces en esta tierra, en la que dejó otros tantos testimonios de su talento, como el relieve del ex hotel Sussex (actual Legislatura) y el friso de la iglesia de Desamparados. (Fuentes: familia Sugo, archivo de DIARIO DE CUYO, trabajo de Silvina Martínez y Emanuel Díaz, editado en 2012 por la Municipalidad de la Capital)