"Hay tantas realidades como personas y todas son dignas de ser contadas y escuchadas. Las personas procesadas y penadas están por reinsertarse en la sociedad y esto implica cargar con un estigma social difícil de subsanar. El cine tiene mucho que ver con la sociedad. Nos enseña a trabajar en equipo, cumpliendo roles en pos de un objetivo en común". De esta manera, quedan expuestas las bases fundamentales de lo que será el taller "Esta es nuestra historia", un proyecto de educación no formal centrado en el cine comunitario. La propuesta de este taller, diseñado por la productora sanjuanina Pez Dorado, que ofrece desarrollar competencias en la experimentación y la comunicación audiovisual, está destinada a mujeres en situación carcelaria. Recientemente, la iniciativa fue seleccionada por el programa Puntos de Cultura del Ministerio de Cultura de la Nación, que brinda subsidios y apoyos a organizaciones sociales y colectivos culturales, con o sin personería jurídica y que desarrollen acciones que promuevan la inclusión social, la identidad local y la participación ciudadana. Con estas prioridades por delante, la dupla de creativas que integra Pez Dorado, Ana Clara Bustelo y Tatiana Oruste, articularon junto a la ONG Fe y Alegría para poner en marcha el taller. El equipo de realizadoras diagrama y planifica los contenidos de las clases, que tendrán una duración de unos 6 meses. Sin embargo, están a la espera de los próximos pasos que Nación determinará para el giro de los fondos y los plazos; y en paralelo, expectantes y atentas a las disposiciones que tengan el servicio penitenciario y de cómo evolucione la situación epidemiológica en la provincia, para poder arrancar con el taller, puesto que será presencial. El plan, está calculado en un período de preparación, luego, las clases presenciales y para el final, una exposición temática de las obras producidas por las alumnas del taller, con una mesa debate para discutir entre los espectadores lo proyectado. Además, para una instancia posterior, se baraja la posibilidad de hacer circular las producciones que se logren de este ciclo, en otros espacios abiertos a la comunidad sanjuanina. Dependiendo de los tiempos institucionales y las medidas sanitarias vigentes, lo ideal para la productora y la ONG sería empezar a trabajar a partir de enero en el servicio penitenciario. Pero el calendario está todavía abierto y no definido. Mientras tanto, Tatiana dialogó con DIARIO DE CUYO y dio detalles de esta iniciativa: "El proyecto consiste en dar clases a mujeres que estén en condiciones de recuperar su libertad. La idea madre es brindar herramientas necesarias, para que cuenten sus propias historias y tengan un espacio de reflexión de las mismas'. Inspiradas en otras experiencias de cine comunitario que realizaron en Colombia y Córdoba, Tatiana y Ana Clara, encararon el proyecto pensando en el contexto de encierro que viven sus alumnas, ya que éstas no disponen de recursos técnicos, ni de equipos para practicar, como tampoco conocimiento previo sobre el lenguaje audiovisual. "Como no tienen acceso a las herramientas, nosotras iremos al lugar en el que están. No es necesario contar con una súper cámara, sino que trabajaremos primero en que puedan expresar sus historias y sepan construir sus propios guiones. Con la idea que prioricen lo narrativo, que eso les dará ideas muy potentes, porque cuando salgan en libertad, será muy bueno que tengan la capacidad para poner en práctica lo aprendido", explicó Oruste. Planteado así, se pone en evidencia dos vías importantes en la implementación de este taller: primero que las mujeres puedan recuperar la palabra, expresar quíenes son y exponer su realidad; segundo, que tengan las armas suficientes para desarrollar una. "Creemos que este proceso ayudará a las personas a valorar sus formas de pensar, elevando su autoestima para incentivar su participación en la sociedad. Y nos ayudará también como sociedad, a escuchar y entender las diversas realidades", señaló la realizadora.


Por su parte, Fabiola Lara es la referente de Fe y Alegría, una ONG que depende de la Compañía de Jesús (la orden jesuita que opera localmente en el Centro Genezaret de San Juan) y que está abocada a la atención de la población carcelaria en proceso de reinserción social; como apoyo al programa de flagrancia de la Corte de Justicia y otras acciones. Dentro de su espacio, desarrolla diversas actividades desde la capacitación en oficios, pero la llegada de este taller de cine comunitario le ha representado un desafío totalmente diferente: "Hay una gran necesidad de habilitar la palabra, sobre todo en plena pandemia. En contexto de encierro, son muchas las emociones de profunda depresión y tristeza para estas mujeres. Entonces que exista la posibilidad de brindar canales saludables de comunicación es crucial a nivel terapéutico. Otro nivel interesante, es que trabajaremos competencias de lectoescritura. Es una función educativa fundamental contar la propia historia, se ponen en la mesa realidades que desconocemos y que creemos que son ajenas a nosotros y condenamos a priori" afirmó Lara y agregó: "Lo que necesitamos a veces es poner luz temas que necesitan hablarse y construir una cultura de paz y de diálogo. Este taller de cine nos acerca a lo dice el Papa Francisco, la cultura del encuentro".



En un trabajo articulado con la ONG Fe y Alegría, las realizadoras Ana Clara Bustelo y Tatiana Oruste brindarán capacitación en el lenguaje y la producción audiovisual en el Servicio Penitenciario de Mujeres. Allí, tendrán la tarea de promover una instancia de reflexión, intercambio de experiencias y de vinculación social.

  • ¿Qué es el cine comunitario?

En uno de los manifiestos teóricos ineludibles para un realizador cinematográfico, acerca del cine y su uso, Octavio Getino y Pino Solanas, postularon: "Todo cine al ser vehículo de ideas y modelos culturales e instrumento de comunicación y proyección social, es en primer término un hecho ideológico, y en consecuencia también un hecho político". Este principio, que adhiere al séptimo arte como instrumento, resulta el precedente para lo que se conoce como cine comunitario. Para Tatiana, su base reside en la educación popular. "Es un tipo de enseñanza no formal, pero no es lineal, se crece en conjunto y se problematizan las realidades. Desarrolla identidad y visibiliza cuestiones individuales y sociales con una forma más cercana y amena a dominar las técnicas del lenguaje audiovisual", dijo. "Para nosotras el cine es más que una herramienta de comunicación, es de transformación y muy potente, porque da nuevas posibilidades. Queremos ofrecer las oportunidades que una vez tuvimos a personas que no pudieron acceder. Es nuestra motivación que no sólo las transformarán a ellas, sino que también, transformará a aquellos que vean lo que ellas hacen en la pantalla", aseveró Oruste. Y concluyó en el propósito original de este taller, que es nada menos que posicionar discursos que repercutan en lo social: "Esto va más allá del cine, no queremos que nuestra mirada se imponga sobre ellas, sino que seremos una guía o un soporte que les despierte inquietudes creativas y ellas sean las narradoras de sus propias historias".