Jhon Rambo, en la piel del actor Silvester Stallone, regresa en su quinta entrega de la saga a la pantalla gigante. Es una versión aún más veterana del veterano de guerra, que no termina de retirarse por completo. Tal vez sea por la motivación de seguir facturando con la franquicia o de explorar otras facetas del personaje, pero en el fondo termina mostrando que se encuentra más armado que nunca como el arquetipo perfecto del héroe de acción norteamericano. Lejos quedó de ese soldado de la historia original del libro de David Morrell de 1982, que debía confrontar con los estragos post-traumáticos que sufrió como combatiente en Vietman y cuya sociedad lo desechó y rechazó. Ahora, ya no queda nada de aquel joven atormentado que evitaba matar y que pasó a ser una verdadera máquina letal de matar a los mexicanos "malos’ de una red de trata de blancas que secuestraron a su sobrina -la primera aparición de un familiar existente en la saga-, lo que desatará su sed de venganza una vez más. Rambo: la última sangre, promete más faena de enemigos como en la segunda, la tercera y la cuarta. Como manda toda pochoclera de acción hollywoodense: los que se arman hasta los dientes, son los buenos que siempre ganan.