Siempre que se separan bandas importantes, en donde hay dos referentes principales, viene la pregunta sobre quién era mejor. Pasó con los Beatles (¿Lennon o McCartney?), Serú Girán (¿Charly o Lebón?), los Redondos (¿Indio o Skay?). Cuando un integrante fundamental de una banda se aleja, la pregunta cambia por cuál de las dos versiones gusta más: ¿Te gusta más el Genesis de Peter Gabriel o de Phil Collins?, ¿te gusta más el Pink Floyd de Roger Waters o de David Gilmour? Durante muchos años dije que Pink Floyd prescindía de Waters, de hecho continuaron con una exitosa carrera sin el bajista y sus shows eran demoledores. Si bien la producción discográfica solista de Waters no es prolífica, tiene shows y giras memorables, para muestra basta un botón y les menciono tres “The Wall Live In Berlin” (1990), “In The Flesh Tour” (1999) y la gira solista “The Wall Live” (2010) que lo mantuvo 4 años alrededor del mundo.


Después de 25 años Waters está estrenando nuevo disco de estudio, el cuarto en 33 años. Luego de escucharlo vuelvo a reformularme aquella innecesaria pregunta pero que siempre se hace ¿Era mejor el Pink Floyd de Waters o de Gilmour? La respuesta sigue siendo difícil, pero hay algo de lo que no cabe la menor duda, Roger Waters es el alma de Pink Floyd.
“Is This The Life We Really Want?” es el nombre de este nuevo disco cuya temática no es nueva, habla de cuestiones que Waters ya había planteado antes, lo sigue haciendo con rabia, criticando al sistema y el rumbo del mundo, pero esta vez se lo escucha como si estuviera resignado. Los temas que atraviesan el disco son la soledad del hombre en un mundo super ultra interconectado, virtual, vigilado, las permanentes amenazas latentes de guerras y atentados, Afganistán, Guantánamo, Laredo, historias que parece ser más cíclicas que lineales, el peligroso pensamiento de determinados idealistas del pseudo progresismo, la necesidad de encontrar un refugio ante tanto castigo corrosivo e impersonal, los drones que patrullan los cielos extranjeros , la tensión nunca resuelta entre el hombre y la máquina, su alienación simbolizada en el hombre mudo que sintoniza ondas de radio en su cabeza para intentar comunicarse con el exterior, como en “La Hija De La Lágrima” de Charly García.


El productor del disco es Nigel Godrich, quien ya trabajó anteriormente con artistas de la talla de Radiohead y Paul McCartney, entre otros. Godrich resalta la voz cavernosa de Waters y le inyecta una artillería de efectos sonoros, un truco que aprendió de Pink Floyd, es así que permanentemente crean distintos climas con sampleos de bombas, transmisiones de guerra, el tic tac de un reloj, radios antiguas, ladridos de perros, helicópteros, latidos de corazón y sobregrabaciones de voces, con lo cual es inevitable recordar a Pink Floyd. Las obsesiones personales Waters se actualizan en el contexto de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el Brexit, la avanzada bélica de Corea del Norte, los devastadores efectos del cambio climático y los permanentes atentados terroristas en todo el mundo.

El disco comienza y termina con trilogías, la primera está conformada por “When We Were Young”, “Déjà Vu” y “The Last Refugee”; luego toma la guitarra de “Déjà Vu” para la trilogía del final integrada por “Wait For Her”, “Oceans Apart” y “Part Of Me Died”. El punto más alto del disco lo consigue en “Smell The Roses”.


“Is This The Life We Really Want?” no es un disco optimista, es un disco realista desde la oscura mirada de alguien que siempre fue muy crítico con la política, la sociedad, las imposiciones culturales conservadoras y el sistema opresivo.


Si buscamos similitudes o puntos de conexión con el pasado artístico de Roger Waters, en “Is This The Life We Really Want?” podemos encontrar elementos de “Meddle” (1971), “The Dark Side Of The Moon” (1973), "Wish You Were Here" (1975), "Animals" (1977), "The Wall" (1979), “The Final Cut” (1983), "The Pros And Cons Of Hitch Hiking" (1984), "Radio K.A.O.S." (1987) y "Amused To Death" (1992).


En estas 12 canciones el creador de “The Wall” no propone planteos nuevos, pero los desarrolla de manera magistral. “Is This The Life We Really Want?” parece un disco de Pink Floyd pero sin los integrantes de Pink Floyd.
Después de 25 años Roger Waters nos entrega nuevo material. El genio sigue intacto.