Primero aislamiento. Luego distanciamiento. Metro y medio o dos de separación entre personas... Y entonces... ¿Qué hacemos con el tango? Como buena danza de contacto, con el estrecho abrazo de la pareja como ADN, el 2x4 se vio zamarreado por esta pandemia que obligó a todo el mundo a plantear nuevas estrategias para sobrevivir. Claramente no fue la excepción. Ya lamentando la ausencia de las queridas y tradicionales milongas, pero decididos a no bajar los brazos, sus cultores se las ingeniaron para retomar las clases, apelando a nuevas metodologías y a objetivos distintos a los de la "vieja normalidad". Hoy en San Juan, de hecho, hay en funcionamiento varios talleres de verano -algunos gratuitos, otros no- donde se puede aprender desde cero o perfeccionar conocimientos ya adquiridos. En general, y siempre respetando los protocolos, todos brindan "técnica mixta" (para hombre y para mujer) de forma individual, sin contacto alguno. Y algunos dan clases para parejas convivientes. En el caso de la técnica mixta, se utilizan elementos que permiten "imaginar" al compañero o compañera entre los brazos, desde globos a los tubos flotantes que usan los chicos en la pile, y también bandas elásticas, palos de escoba y hasta pesas. 

"Fue un gran desafío plantear a largo plazo este tipo de clases, pero estamos muy contentos con el resultado"
Gerardo Lecich Abraham

"Es difícil adaptarse a los nuevos modos, no tanto para el maestro, sino para el alumno y sobre todo para aquellas personas que lo practican con mucha frecuencia. No poder bailar como se bailaba antes les cuesta, porque lo que todo el mundo quiere es justamente bailar", reconoció a DIARIO DE CUYO Federico Heredia, que hace 13 años comanda el taller de tango de la UNSJ, y hace tres dicta los de verano en Santa Lucía, por un convenio entre universidad y municipio. Sin embargo, él y sus colegas entienden que este escenario sirve para hacer foco en la técnica, casi personalizada: desde la forma de caminar sin levantar los pies del piso, pasando por base y con buena pisada; hasta llevar el ritmo, el tiempo y la cadencia, por ejemplo. "La técnica es lo más difícil de sacar, en cambio lo otro aprende en cualquier momento, una secuencia coreográfica se puede sacar después e incluso podés dejar volar la creatividad cuando se tiene lo básico. Y sirve a todos, al que se está iniciando y también al que ya sabe y busca pulirse", se explayó. "Exacto, lo que más se aborda es la técnica individual, es la mayor parte de las clases. Uno aprovecha y corrige todo, desde la postura hasta la respiración. Cuando se podía bailar en pareja todo esto no se tenía tan en cuenta, de manera tan intensa; y ahora se aprecia un poco más", opinó Daniela Gil, que a modo de relax, algunas veces también conduce a sus alumnos por la "tangoterapia".

Y sobre todo te quiero... Arriba, una clase de técnica mixta con Heredia en Santa Lucía. Al centro, en lo de Daniel y Eliana, utilizando accesorios. Abajo, parejas convivientes bailan en el curso de Daniela Gil.

El trabajo en espejo entre compañeros, con distanciamiento, es otra forma que dio buen resultado, según Gustavo Koliwante quien junto a Gerardo Lecich Abraham (ambos del Ballet San Juan Nuestro Tiempo), tienen sus cursos en el Centro Cultural Estación San Martín, dependiente de la comuna capitalina. "Se extraña el abrazo, pero los alumnos se han adaptado entendiendo los cuidados que se deben tener por la situación y que esta forma de trabajo es momentánea", dijo Gustavo. "Es complejo al principio. Fue un gran desafío plantear a largo plazo este tipo de clases, pero estamos muy contentos con el resultado que estamos transitando ya que seguimos aportando, enriqueciendo y creciendo todos", coincidió Gerardo. 


Abocados a la técnica, cabe esperar que -cuando las pistas reabran- los bailarines noveles y avezados, de todas las edades, llegarán más "limpios" al ruedo. Pero no es lo único valioso del vaso medio lleno. Todos coinciden en que esta "individualidad" también beneficia a quienes antes no se animaban a tomar un curso porque no tenían pareja de baile, ya que ahora no la necesitan.

"También hay que aprovechar esa conexión con uno mismo y el movimiento, que a veces se pierde cuando se baila en pareja. Estamos tan pendientes del otro que nos olvidamos de nosotros. Y eso es lo que también se busca en las clases de técnica mixta", aportó Daniel Fernández, para quien no deja de ser "una buena forma de conectarse con el tango y con la música. El tango es un baile muy sensitivo y desde esa técnica también se pueden despertar esas sensaciones, aunque sin contacto", añadió el bailarín e instructor, quien destacó que no ha decrecido el interés de la gente por bailarlo, sino todo lo contrario. "La gente está muy enganchada, hay muy buena respuesta", asegura. 


"Aún con la circunstancia que nos toca atravesar, el tango vive", sentenció Gustavo. "La pandemia afecta al mundo del tango, pero las ganas y la pasión nos hace salir adelante y continuar", rescató Gerardo Jr. "Extrañamos muchísimo poder bailar, la milonga, el abrazo... pero pese a todo, el tango está. Así que cuando volvamos, ¡va a ser con todo!", concluyó Daniela.