El inusual fanatismo que ha despertado La casa de papel en el público argentino ha dejado un importante tendal de inconsolables abstinentes. Después de apenas unas semanas del estreno de la segunda temporada en Netflix , los episodios se han agotado y la pregunta que se impone parece ser ineludible: "¿Y ahora qué?". Para muchos el anuncio del próximo rodaje de la tercera temporada es un horizonte demasiado lejano y la única alternativa para calmar las ansias parece ser hallar un sustituto a esa impensada adicción. Sorteando los cálculos del algoritmo estrella del streaming y moviéndonos en un terreno más intuitivo, se pueden hallar algunas series que con puntos en común, filiaciones de tono, juegos de intrigas y entramados de personajes, que pueden o no llegar a despertar pasiones, pero que sí se animan a paliar esa ausencia.

Vis a vis

 

Serie de cárcel de mujeres construida sobre el espejo de Orange is the New Black, Vis a vis se desprende de ese modelo original de sátira encubierta para internarse lentamente en un entramado de muertes, dinero escondido y una red internacional de delitos que incluye extorsiones, fugas y hasta ecos del terrorismo internacional. Como todas las series españolas, sus fuertes son la narrativa rocambolesca, las relaciones amorosas cruzadas, y no tanto el estricto verosímil y las ambiciones formales de puesta en escena. Más acción, menos clima.

En dos temporadas (ambas disponibles en Netflix, y con la tercera por llegar luego del rescate de la Fox tras la amenaza de cancelación de Antena 3), el encarcelamiento de Macarena Ferreiro (Maggie Civantos) con el que comienza la historia es solo un punto de partida: mientras la nueva prisionera intenta probar su inocencia en la estafa de la que se la acusa, se verá involucrada en disputas carcelarias, triángulos amorosos, y un raid de persecuciones dentro y fuera de los muros de la prisión.

Como en La casa de papel, el encierro se convierte en una fuente de constantes tensiones y entre ellas emergen los personajes que siempre despiertan las más contradictorias pasiones: la villana que interpreta Najwa Nimri (a la que todavía recordamos por Los amantes del círculo polar ártico) hace de su Zulema una figura fascinante, enemiga letal y némesis perfecta de cualquier heroína que se anime a desafiarla. Aparece Nairobi (Alba Flores) como una bailaora lesbiana que termina haciéndose querer mucho más de lo que imaginamos.

El barco

 

Escrita por Álex Pina, creador de La casa de papel, El barco nace como sucesora del éxito de El internado que ya combinaba el aura del fantástico con los viejos resortes del melodrama. Un barco escuela se aventura al océano con un variopinto elenco de tripulantes que acarrean misterios, cuentas pendientes y una misión que tiene mucho de suicida. Nuevamente aparecen el encierro y los efectos del aislamiento, pero esta vez en alta mar y con la amenaza de un experimento nuclear que puede destruir toda la Tierra. En el primer episodio ya se define el recetario de lo que se viene: un hijo no reconocido que llega buscando a su padre, una tormenta furiosa que parece destruir el barco, un delincuente abordo y una científica que esconde un secreto peligroso. Toda una promesa de alquimia imperfecta.

La serie éxito de Globomedia, con sus tres temporadas disponibles en Netflix, aprovecha inicialmente los recursos clásicos de los relatos de aventuras para luego concentrarse en los romances y las disputas entre sus bronceados e intrépidos navegantes (abusa un poco de los desfiles de músculos y bikinis, pero el sol y la cubierta parecen invitar a ello). El mar se convierte así en marco y límite de pasiones y enfrentamientos, que siempre encuentran nuevos rumbos con el final de cada episodio. Requiere tener un poco de paciencia para que la historia se arme, y entender al azar como aliado perfecto de los mejores planes, algo a lo que La casa de papel ya nos tuvo acostumbrados.

Le chalet

 

 

La serie francesa recientemente estrenada en Netflix no escapa a la moda del encierro, aunque esta vez no sea en una cárcel o un barco escuela sino en un idílico chalet perdido en la campiña francesa. Lo que descubriremos con el correr de los episodios es que no hay nada idílico en ese entorno al pie de los Alpes, asediado por lejanos secretos y sordas amenazas, sino que además todo lo perdido puede ser aun más angustiante ante la evidencia de que pueda encontrase. Todo comienza con una celebración entre amigos de la infancia, una misteriosa desaparición y dos tiempos que se conectan a partir de los mismos secretos y los inesperados protagonistas.

Construida a partir de la alternancia entre pasado y presente, al igual que en La casa de papel el rompecabezas temporal se convierte en una estrategia clave para el despliegue narrativo: ¿qué de lo que vemos tiene su origen en una acción anterior? ¿Qué vínculos, engaños y lealtades del ayer vuelven hoy para recordarnos su existencia? Le chalet tiene menos romance y más suspenso, sostiene con destreza la ambigüedad de sus personajes, nunca blancos héroes ni oscuros villanos, y si bien se interna lentamente en el terror, administra progresivamente los golpes de efecto y se concentra en un estado de inquietud subterránea que anuncia un estallido de violencia al mismo tiempo que lo dilata.