Vivenciar "Milonguera" de Mora Godoy es permitirse un recreo de impunidad gozosa. Y el jueves -en el marco de Mozarteum- la sala casi llena del Teatro Sarmiento fue tan agradecida como la osadía de su show. Acompañada por el sólido bailarín Hugo Patyn y el profesionalismo de su Tango Ballet, ilustró un espectáculo que excorcizó el arrabal de otrora y lo polarizó a una envolvente filosofía contemporánea de coqueteo y seducción. Con esa vehemencia subversiva, potenció -entre 15 canciones- la arrogancia de Piazziolla, el desepero de Discépolo, la profundidad de Manzi; y reconcilió sus matices con incansable ritmo caribeño, fusión que despertó los cuatro bises sanjuaninos del final.
En un escenario despojado, la libertad de movimientos transformó el reducto en un acrobático salón de baile -con incansable movimiento de piernas y sincronizada coreografía-. La iluminación germinó estadíos dramáticos y excitantes y la indumentaria desplegó magnetismo, con el sostén ineludible del sex appeal de Mora. Si bien "Milonguera" no recurre a una puesta estridente -es de corte simplista-, su rigor artístico refleja espalda internacional y completa un refinado espíritu pasional.

