El viernes pasado, el Teatro del Bicentenario fue la plataforma desde donde levantó vuelo Anima Animal, estreno mundial de la opera prima de Herman Cornejo, primer bailarín del American Ballet Theatre, de Estados Unidos. Inspirado en Caaporá (obra basada en la leyenda guaraní del pájaro urutaú, escrita por Alfredo González Guaraño y Ricardo Güiraldes y que a principios del 1900 le ofrecieron en Argentina a Nijinsky, pero que no pudo concretar por su enfermedad), Cornejo comenzó en pandemia una exhaustiva investigación y revisión, que ganó el premio de la Universidad de Nueva York. A partir de ese trabajo creó una pieza original de danza contemporánea, de aproximadamente una hora de duración, donde resalta la fuerte conexión entre el hombre y la tierra, en cuya entraña se gesta una historia de amor. Para llevarla a escena, armó un equipo argentino con la coreógrafa Anabella Tuliano y su grupo Cadabra; y dos compositores: la pianista Noelia Escalzo y el DJ Uji (que trabaja con sonidos de la naturaleza). Finalmente, con producción del Teatro del Bicentenario y la participación de seis bailarines sanjuaninos del Programa de Formación de Danza de la institución, Anima Animal tuvo su debut en San Juan (hoy es la última función), que al mismo tiempo es el broche de oro de la temporada 2022 del TB. 

Una recíproca relación entre cuerpo y alma atraviesa esta propuesta de feroz contemporáneo, intensamente física. Una coreografía que denota un encomiable estudio del movimiento -tanto en las individualidades como en la notable cohesión grupal- que sustenta y posibilita tramas y transiciones de gran expresividad y belleza, resaltadas por la iluminación de Lautaro Graciosi y el vestuario minimalista de Elsa Schenone. Los bailarines fluyen como una unidad maleable que cautiva con creativas formas y desplazamientos. Y Cornejo se luce, con y sin ellos, y seduce también a los que esperan sus contundentes saltos y giros, que dan fe de su formación clásica e incluso evocan al gran Nijinsky que tanto admira. 

Anima Animal muestra interés por la maravillosa capacidad expresiva del cuerpo humano, en este caso para contar una historia de amor, tragedia y transformación entre Guyra e Yvy. Y junto a ellos habla del cuidado (o del descuido en realidad) del planeta, de la importancia de reconocerse parte de él y de la necesaria evolución como seres humanos en armonía con la "casa común". Temas que sin dudas concitan la atención del bailarín de origen puntano, cuyo personaje sufre la muerte de su amada, se transforma en urutaú y, purificado, se lanza a los cielos. 


Una hermosa creación, un desafío logrado y el enorme gusto de tener a Herman Cornejo bailando en casa.