De gran dimensión. La impresionante estatua de telgopor, que atraerá la atención del público durante el desarrollo de la obra, parece construida en piedra. (Fotos: Maxi Huyema)

La famosa Aída de G. Verdi se prepara para su debut el próximo miércoles en el Teatro del Bicentenario (ver aparte), una producción original del Teatro Colón. Unos 300 artistas darán vida a esta narración, en cuyo monumental engranaje trabajan electricistas, carpinteros, metalúrgicos, pintores y modistas, desde hace 2 meses. 


Un imponente despliegue caracteriza a esta obra, cuya puesta fue concebida por el prestigioso Roberto Oswald -escenógrafo y director de ópera argentino que falleció en julio de 2013-, una joyita de este espectáculo que maravillará por su arte visual en manos de su discípulo Christian Prego, con la dirección y diseño de vestuario de Aníbal Lápiz, responsable de la reposición que se llevó a cabo en mayo pasado, en el marco de los festejos por los 110 años del Colón para recordar cuando se corrió por primera vez su telón con esta historia. 


En esta oportunidad, la propuesta contará con la actuación de los solistas Mónica Ferracani, Cristian de Marco, María Luján Mirabelli, Enrique Folger, Homero Pérez Miranda, Roman Mozdlewsky y los sanjuaninos Octavio Sosa, Romina Pedrozo y Paula Marco. Además de la participación de bailarines, figurantes, el Coro Vocacional, el Coro Universitario y la Orquesta Sinfónica de la UNSJ bajo la batuta de Emmanuel Siffert. 

Pintando. En el área de sastrería, Gladys Narvaez, dando las últimas pinceladas a uno de los cascos confeccionados en el Teatro del Bicentenario, especialmente para Aída. 
Cosiendo. En la máquina, Mónica Varas pone a nuevo una pechera labrada en cuerina, que imita llevar oro y piedras preciosas; al igual de los trajes de los protagonistas 

Para recuperar el esplendor del vestuario, 5 modistas -algunas en turno mañana y otras de tarde- acomodan las prendas, poniendo énfasis en áreas desgastadas o descosidas, después de tomar las medidas a los artistas para entregarle el traje adecuado, de acuerdo al contorno y el alto de cada cuerpo. En la soledad de la sala de sastrería, entre costureros, hilos y máquinas de coser, se desempeñan arduamente en la puesta a nuevo de cuelleras, accesorios y tocados, que asemejan ser de de oro y metales pesados, y que llegaron desde el Colón. Ni una puntada debe quedar al azar.


"Mientras los artistas ensayan, nosotros nos concentramos en terminar de remendar y pintar los cuellos de los faraones hechos en plástico, que ya estaban despintados por los años, utilizando cinta, acrílicos y pinceles, para que no se note tanto. También algunos cascos se hicieron acá, son de mano de obra local, los ajustamos a las cabezas con espuma de nylon", dijo Gladys Narváez, una de las costureras, mientras que Mónica Varas, otra de las compañeras, cose a mano la cuerina de una pechera que asemeja estar bordada con laureles, después de acortar la altura.


"Levantamos y bajamos ruedos, cambiamos abrojos y ganchos... Además, nosotros hicimos las vinchas para los indios y sandalias para lo que tomamos el número de calzado", agregó. 


"Si alguien está más gordito, generalmente cada diseño viene en talle grande y trae la posibilidad para darle. Si no, se nos permite agregarle un pedazo de tela que sea parecido, pero nunca debemos cortar", explicó Mónica, quien remarcó que cada pieza tiene un estricto cuidado y se trabaja generalmente a mano, para luego dejarla con un rótulo con el nombre del personaje y el artista al que pertenece, en abultados percheros.


Distinta es la tarea en el armado de la escenografía. El personal a cargo debe mover módulos de gran tamaño, que fueron trasladados a la provincia en 7 camiones, según contaron desde el Bicentenario. A cargo del acondicionamiento, Prego tuvo que hacer una adaptación de acuerdo a las dimensiones de la sala local. 


En apenas media hora, mientras cantantes y músicos hacen una pausa, los técnicos corren de un lado al otro, martillando y amoldando detalles para poner a punto las grandes esfinges que acapararán la vista de la platea simulando los interiores y las antesalas de templos y palacios -en especial, un gran rostro y los dos perros faraones en los laterales-, teniendo en foco la línea trazada previamente. Esculpidas en telgopor con una terminación en forrado, lustrado y pintura para dar sensación de piedra, mármol y aplicaciones en oro; las inmensas esculturas darán el toque de majestuosidad a este título, cuyo gran reto a nivel visual será reproducir la suntuosidad del antiguo Egipto.



Dato


El estreno será el próximo miércoles 21 con repeticiones el viernes 23 y el domingo 25, siempre a las 21, en el Teatro del Bicentenario. Entradas: $150, $450, $600 y $750 en boletería del complejo, de lunes a sábado, de 10 a 20 hs y días de función desde las 17 hs; online por tuentrada.com -hay un descuento del 20% en las primeras 100 localidades-.


 

El conflicto de la obra


Aída es una ópera en 4 actos, ambientada a fines del siglo XIX. Se le encargó a Giuseppe Verdi para celebrar la construcción del Canal de Suez y su libreto en italiano fue escrito por Antonio Ghislanzoni, basado en la versión francesa de Camille du Locle, de la historia propuesta por el egiptólogo francés Auguste Mariette. Pieza emblemática del influyente compositor, el estreno fue el 24 de diciembre de 1871 en El Cairo. 


El relato arranca con la amenaza de guerra de los etíopes a Egipto, por lo cual Ramfis, el gran sacerdote, interroga a Isis en su templo de Menfis para que ella señale quién será el jefe del ejército en la lucha. El designado será el joven capitán Radamés que está resuelto a ofrecer la gloria del triunfo a su gran amor, la esclava etíope Aída -que da nombre a la obra-; y a solicitar su libertad al Faraón en recompensa de sus méritos. Pero a ese romance se oponen Amonasro, rey de Tebas y padre de la bella prisionera, que exige venganza; y Amneris, hija del faraón, que ama a Radamés. 

Inmensa. Otra de las figuras de gran porte que se encontrará en la puesta y copia las imágenes que se hacían en la época como reverencia al faraón.

Aníbal Lápiz - Director de la obra

"Para confeccionar el vestuario, uno debe ubicarse en la época, estudiar cómo se vestían, qué usaban, tener en cuenta el clima...", acentuó el diseñador y realizador, subrayando que también se debe tener en cuenta "el movimiento" de cada artista. 


"Aída se caracteriza por las transparencias de los cuerpos, con túnicas de boile que semejan ser de lino, sumamente livianas, sobre todo en bailarinas y figurantes; y, por otro lado, por los cuellos y tocados densos con la idea del oro, cobre y bronce", mencionó. 


Respecto al desafío que implica la producción, el creativo manifestó que: "Es una obra muy grande". 


"Su mayor complejidad se encuentra en la gran masa coral que está presente en casi todos los actos, los coristas y los 108 figurantes para la marcha, por ejemplo, que no puede hacerse con 2 o 3 personas, es absurdo; tiene que dar la sensación de cantidad de gente, porque el espectador viene a ver eso", resumió. 

Cristian Prego - Escenógrafo 

Sobre el decorado, el experto convocado por el Colón para observar la tarea, explicó que ya se hizo o más difícil y se encuentran dando los últimos ajustes, porque "la idea es dar la impresión de que estamos inmersos en los grandes templos y alturas de Egipto; y la iluminación colabora muchísimo".


"Conozco dónde va cada pieza ensamblada como la palma de mi mano", comentó Prego, destacando que a diferencia de Tosca -por la que estuvo en San Juan, para su presentación en 2017- donde "todo era sobre una impresión pictórica en tela", con Aída "estamos en algo más constructivo". 


"Fue una idea que Roberto Oswald llevó a escena en 1996 en el Colón. Ya no existía nada físicamente y se la restauró de cero, en base a los planos que dibujé de la primera a la última línea con la mirada de Oswald, del que fui colaborador 27 años. Me tocó reponer todas las obras del maestro, ya que al trabajar estrechamente con él, las conozco desde su gestación", manifestó.

Un perro faraón. La imitación a la perfección de uno de los animales apreciados por los egipcios que a su muerte eran momificados y enterrados con sus amos, a un costado de los asistentes.
De peso. Los técnicos desplazando uno de los móviles de la estructura por la que se moverán los artistas.