Espiar por el ojo de la cerradura parece ser la consigna de la tele del verano, que en esta temporada volverá a apostar fuerte a dos realities, que desde su salida al aire en el último tirón del año estuvieron un poco tapaditos por las ficciones (que también van dejando la pantalla) y sobre todo por ShowMatch, que -casi otro reality con todos los escándalos que generó- hoy baja la persiana de su "big show'. Del lado del Trece, el Soñando por bailar (también de la factoría tinelliana) se erige como uno de los pilares cuyo objetivo será contribuir a sostener la buena performance de la emisora. En su segunda y casi inesperada edición (luego de un lanzamiento 2010 que tuvo olor a fracaso), el baile sigue siendo la gran clave, aunque las peleas, los romances y los destapes son más que bienvenidos. Sobre todo teniendo en cuenta que el ganador será parte del próximo Bailando... y que ahora los participantes conocen el paño. Lo mismo ocurre en la otra vereda: Gran Hermano cuenta con una troupe de avanzada en relación a las primeras generaciones, aún vírgenes del formato, y que a su lado hoy parecen Heidi. Y la idoneidad no sólo está dada en el manejo del juego, sino que además los hermanitos -como sus pares bailarines- son conscientes que una actuación destacada puede significar el rápido ingreso a la farándula vernácula (otro cantar será sostenerse en esa fauna). Destaque donde no sólo suman las "sesudas" estrategias para mantenerse adentro de la casa, sino también (o sobre todo) las escenas de alto voltaje y desinhibición, que en esta segunda apuesta del 2011, a diferencia de la anterior, ha tomado el reality.

Discusiones, alianzas y hasta sexo entre ignotos personajes es lo que ofrecen estos envíos, con un plus que a juzgar por el rating, para muchos televidentes sigue siendo tentador: ser parte de la génesis de una nueva camada de estrellitas mediáticas.