¿Quién puede ausentarse por tres años y transformar nuevamente a la tierra del mejor sol en un trueno de rock bestial? Sólo ellos -y con meritoria exclusividad-. Es que, bajo el manto novel de la producción "Algún Rayo" (último éxtasis demoníaco), la presentación del sábado de "La Renga" en el Estadio Abierto Aldo Cantoni resultó una auténtica ecuación de gloria: fue vista por más de 8 mil personas, sumó gente de todo el país y conformó un show de status "antológico" -pocas veces se registró en la provincia un show con tanta devoción-.

"Buenas noches San Juan. Es un gustazo enorme poder estar acá. Un honor", dirá "Chizzo" -esa voz líder de la que tanto reniega de la prensa-, pasadas las 22, en compañía de Tete, Tanque y Manu (sólidos co-equipers hard) y agradeciendo posteriormente la notable presencia de fieles federales -Baires, Mendoza, San Luis, Rosario y Córdoba, parte de las provincias presentes-. Fanatismo que además de colonizar durante la tarde el Parque de Mayo, también lo sobreexcitó entre grescas y detenciones (léase una pareja de mendocinos que le arrebató las entradas a un joven y terminó en la comisaría 4º y otros que quisieron bañarse en el lago y fueron retirados, por citar algunos bardos).

Pero más allá de los incidentes muy instalados y habituales (como el exceso de alcohol durante el concierto y la desesperación policial para contener a los "border"), la expectativa de la visita de La Renga a San Juan fue tan obsequiosa como su repertorio. Un puñado de 27 tracks de rock duro y parejo que comenzó con el apocalispis de "Canibalismo galáctico" y terminó dos horas más tarde con "Hablando de la libertad" y sin demasiada mampostería escénica, aunque con un juego de luces nutrido de presencia y una puesta de arte alegórica al disco.

En fin, el esperado regreso rocker resultó un ritual de explosiva lírica, frenesí de secta -con groupies dispuestas a todo y algunos quilombetes- y una Renga, paradójicamente, de lo más erguida.