Con antecedentes como Cruzada, Éxodo y Gladiador, llega hoy a la gran pantalla otro film épico de Riddley Scott: Napoleón, que cuenta con los protagónicos del oscarizado Joaquín Phoenix (todavía aclamado por Guasón y que estuvo en Gladiador) y Vanessa Kirby como Josefina. Tremenda superproducción, el film -que costó unos 200 millones de dólares y fue producido por Apple- hace en algo más de dos horas y media un particular perfil del emperador francés, mostrando sus luces y sombras; abanico del que no escapa su tumultuosa, obsesiva y carnal relación con Josefina. Y si bien el ajuste a la época (uniformes, armas, mobiliario, etc.) y el realismo de algunas escenas -como las de las batallas, destacan- han cosechado aplausos; el resumen que deja afuera algunos eslabones considerados importantes para la lectura general, además de supuestas licencias que se tomó el laureado director británico, desataron no pocas críticas… Especialmente en Francia. Era previsible, puesto que meterse con un personaje histórico tan fuerte y extendidamente popular como Bonaparte no iba a pasar desapercibido. Sin embargo, a Scott -que ya incursionó en la historia francesa en otros títulos y tiene experiencia en el asunto- parece haberlo hastiado la seguidilla de correcciones y señalamientos y no dudó en salirles al cruce. Eso sí, que sus explicaciones conformen o no, es otra cosa.

El cañonazo a las pirámides egipcias, que no haga referencia a la guerra en España y que el corso haya asistido a la ejecución de María Antonieta son algunos de los cuestionamientos históricos, a los que se suman, por ejemplo, las "picardías" de la pareja protagónica. "Barbie y Ken en el Imperio", es el título que le sugirió Le Figaro, al tiempo que Le Point se quejó de que es una película "antifrancesa" y GQ la tildó de "poco natural e involuntariamente torpe". 

Que los críticos deberían "conseguirse una vida", que una película no puede ser una lección de historia, que ninguno de los que levanta el dedo estuvo allí como para contar cómo realmente fueron las cosas y hasta que los franceses ni siquiera se gustan a sí mismos son, en síntesis, algunas de las respuestas mediáticas que ha dado el realizador, alegando que no es su misión hacer historia y ni siquiera un revisionismo histórico, si bien hasta contrató a un historiador y fue meticuloso en otras referencias. "Son películas", subrayó enfático Scott, quien declaró no poder asegurar si las tropas de Bonaparte dispararon o no a la Esfinge, pero fue su recurso para significar que habían tomado Egipto. Incluso, en diálogo con el diario El país, confesó que hasta le dio un toque humorístico y descontracturado a la película, "para que no todo fuera acción militar, batallas y para quitar un poco de trascendencia". Ahí, de hecho, inscribió las escenas más calientes entre Napoleón y Josefina. 

"Buscamos un tono de humor en esas secuencias, que no traicionan lo que aparece en las cartas íntimas, algunas muy explícitas en cuanto al sexo. Estoy muy satisfecho también con la escena en que (Napoleón) se mete debajo de la mesa y avanza a cuatro patas hacia Josefina. La actriz Vanessa Kirby no sabía lo que iba a hacer Joaquín Phoenix y salió así… ¡Salió muy bien! Otra secuencia en la que introdujimos el toque de humor fue en la del golpe de Estado del Brumario (…) Hay una gran violencia, pero también es cómica", se explayó el realizador en diálogo con el medio español. 

"Con Napoleón hay la tendencia a hacerlo todo muy solemne y aburrido", manifestó Riddley Scott, una declaración que -por elevación- no deja de ser un buen spoiler que sería bueno atender antes de sacar las entradas.