Por Estela Ruiz M.
Fotos Maxi Huyema
Enviados especiales 



Sonidos de jungla van poniendo en ambiente al público que entra con toda la expectativa al Arena Aconcagua de Mendoza, donde por primera vez aterrizó uno de los múltiples brazos del gigante y afamado Cirque du Soleil, para presentar su espectáculo Ovo (huevo). Y apena cruza la puerta, no sólo se encuentra con los sonidos de la naturaleza, sino también con un huevo gigante plantado al medio del escenario, con el que todo el mundo se sacará fotos... ¡permitidas durante todo el espectáculo! (siempre y cuando no se use flash). ¡Ni hablar cuando aparecen un saltamontes y otros vecinos que deambulan entre el público! De repente, bajan las luces, los sonidos se hacen más intensos y entonces sí comienza una atrapante aventura de casi dos horas por el ecosistema habitado también por arañas, mariposas, escarabajos, hormigas y otros tantos bichos, cuál de todos más simpático y talentoso... ¡Si hasta las cucarachas son encantadoras! "No está permitido fumar en la colonia... perdón, en la Arena!", advierte una voz en off, antes que el escenario se vaya poblando de estos seres que rodean el huevo, dos de ellos balanceándose de lo más campantes en la cima de una larga varilla vertical, preludio de la acción que minutos después les quitará el aliento a los intrusos... o sea, a los espectadores. Las acrobacias son la esencia de Cirque du Soleil y la multinacional troupe de unos 50 artistas le rinde honores a la perfección.

En esta oportunidad con un show conceptualmente muy distinto a lo que ya se ha visto en vivo o videos, "naïf" si se quiere, colorido y con humor. Lleva firma de la bailarina y coreógrafa brasileña Debora Colker (que estuvo en San Juan con su Perros sin plumas), primera mujer al frente de un show de la compañía. El encargo fue para celebrar las bodas del plata del Circo -hace una década- y la consigna era una temática ambientalista, que queda planteada en la rica biodiversidad que fluye en escena y en la armonía que refleja; y que es llevada a una suerte de cuento. El hilo conductor lo llevan -con ademanes y cada uno con su divertido lenguaje- los tres personajes centrales, que cumplen el rol de los payasos del circo tradicional: el Master Flipo, un regordete escarabajo algo descocado y jefe de la colonia; la simpática y sexy vaquita de San Antonio y el Extranjero, un desopilante mosquito que la pretende desde que llegó portando el icónico huevo: ese que será la intriga de todos, que se disputarán pero finalmente compartirán en plena integración y alegría; y que simboliza la vida, algo que se intuye cuando... ¡no, también está prohibido el spoiler! Dato nada al margen, si bien esto se trata de bichos, perfectamente vale traspolar el mensaje a la sociedad humana.


En medio del relato, se van intercalando impactantes números de vuelos, contorsiones, malabares, equilibrio, etc; a cargo de los insectos de la colonia, ataviados con fantásticos trajes. Hormigas que malabarean comida ¡y a otras hormigas!, una mariposa que hace su metamorfosis entre telas, arañas que se doblan como elásticos, libélulas que vuelan por los aires, escarabajos intrépidos que son lanzados de mano en las alturas y grillos inquietos que van desde camas elásticas a la palestra haciendo todo tipo de piruetas, entre muchos otros. La música (en vivo), la iluminación y las proyecciones en pantalla de fondo completan cada cuadro.


Trabajan con redes en las performances de mayor riesgo, pero no hay una caída, ni siquiera un tambaleo. La coordinación y precisión de las ejecuciones son sorprendentes, sin dejar de lado la cuota artística, porque además de avezados gimnastas son tremendos artistas. Sin embargo, y aunque consciente del profesionalismo de la troupe, la gente no puede contener las espontáneas exclamaciones que escapan del alma al unísono, en medio de cada arriesgadísimo pase, salto o mortal. El corazón en la boca explota en merecidísima ovación, que ellos agradecen ya relajados y con enormes sonrisas, desde el borde del escenario. Cirque du Soleil, una compañía de esas que definitivamente no hay que morirse sin ver. 


Para saber 


Ovo tiene funciones en Mendoza hasta el 10 de agosto. Las entradas cuestan desde $2.550 a 9.106 (más cargos por servicio) y están en venta en www.tuentrada.com. En el estadio también hay boletería habilitada, dos horas antes de cada función.