Fluye, sin demasiados planteos, sin rótulos ni prejuicios. Desde aquellas migas de pan que moldeaba con sus manos cuando era una niña, las creaciones de Beatriz García Huertas transitan los tiempos libres y profundas a la vez... como de quien vienen. Las temáticas son variadas, los soportes también. Piedras, papeles, tintas, metales, arcillas, maderas... nada intimida a la reconocida artista sanjuanina, por el contrario, la interpelan, la desafían, la estimulan. Y vitalmente curiosa como es, no dudará en poner manos a la obra y entregarse a una nueva aventura creativa, que puede durar años. Por eso no es de extrañar que de esas enormes ¿y tradicionales? esculturas que adornan su jardín la vista pase a estas coloridas ¿y modernas? piezas gráfico-digitales que atrapan su atención desde hace unos años, algunas de las cuales serán exhibidas por primera vez. "Lágrimas" bautizó a la muestra individual que el próximo 5 de abril abrirá la temporada 2019 del Museo de Bellas Artes Franklin Rawson, adonde también habrá una exposición de Matías Ruarte y otra de autores varios sobre el Terremoto de 1944 (ver aparte). 


En su sereno taller, donde el radiante sol que entra por el ventanal ilumina vibrantes rojos, azules, amarillos y verdes, que amalgaman perfectamente con la suave música ambiental, la profesora de Artes Plásticas egresada con honores de la UNSJ y prolífica hacedora, dialogó con DIARIO DE CUYO sobre esta etapa y su pasión por el arte. 



- ¿Cómo descubrió su amor por el arte?
- Mirá, si me remonto tengo que decir que desde siempre. Yo era muy chica y amasaba la miga del pan y hacía minúsculas florcitas o animalitos. Me daba un poco de vergüenza, así que los escondía abajo de la servilleta, pero a mi madre le encantaron esos ramos que armaba, así que los empecé a pintar y a barnizar. Y después encontré algo que fue fabuloso para mi infancia, la arcilla. Fuimos a comprar unas macetas con mi mamá, vi esa pasta, metí el dedo y fue mágico. Pedí que me compraran y recuerdo que me pasaba los veranos tratando de imitar cabezas romanas. Una amiga me dijo que un amigo de su padre tenía un horno para cocinar las piezas y que se mantuvieran, así que fui fascinada. Cuando llegué con la cabeza, que me había llevado el verano terminarla, me dijo que no se podía, porque para que no estallara en el horno tenía que ser una pieza hueca y una serie de cosas más; pero sí cocinó otro muñequito que tenía. Y fue la primera vez que vi algo de arcilla que perdurara... esos descubrimientos fabulosos del material y la técnica. Me encanta investigar, desde ahí he investigado todos los materiales que han estado a mi alcance; y diría que descubrí antes lo tridimensional que lo bidimensional, pero todo me apasiona.


- ¿Y era claro que iba a seguir Artes Plásticas?
- No, no.... como que yo no me cuestiono tantos las cosas, es como un vivir. Me gustaba psicología, literatura, arte... y se me dio la posibilidad de esto y bueno, nunca me lo cuestioné, pero creo que le acerté. De todo lo que me gusta, es donde creo que puedo dar más. Y si bien el arte no me ha dado nunca para vivir, me ha ayudado a vivir. Y yo vivo a través del arte. Son los momentos más cercanos a mí misma, más verdaderos. Es donde encuentro mi verdadero mundo. Puedo estar ahí durante horas. Claro que lo he compartido con mi familia, y en la etapa de crianza me aboqué más a la docencia, pero nunca abandoné lo que quería hacer. 


- ¿Le gusta más lo creativo que la docencia?
- Sin lugar a dudas, pero en la docencia también hay que ser creativo. Para dar de uno hay que ser creativo, y para sacar lo que el alumno tiene, también. He adorado la docencia y he entregado lo máximo, fueron 31 años. 


- ¿Cualquiera puede ser artista, se nace, se hace?
- Es algo que no tengo muy claro. Sí creo que antes que nada tiene que haber ese interés, más que condiciones. Ver un color y que te llene, ver una forma y que te llegue. Es sensibilidad. La técnica se puede adquirir, pero la necesidad de expresar a través de eso es otra cosa. Claro que hay que saber cómo decirlo, saber las formas.


- Y a la hora de crear ¿Usted se rige por las musas o el trabajo?
- El arte es mi cable a tierra, pero también es sacrificado. Yo trabajo de 8 a 13,30 y de 16 a 19,30. No podría estar en la actividad artística de una forma bohemia; no digo que esté mal, digo que yo no podría. Yo encuentro la inspiración en el trabajo mismo, el proceso va sugiriendo nuevas ideas. Nunca me ha pasado de estar frente a un material y tener la mente en blanco, al contrario; el material me ha llamado y me ha dicho que hay mucho por hacer. 


- ¿Y qué la cautivó del arte digital?
- Las posibilidades que brinda, que es la herramienta de hoy, estar en esta época, trabajar para los jóvenes... 


- ¿El arte también se va aggiornado?
- Claro, porque uno va cambiando; y no quiere decir que lo anterior se a mejor o peor, sólo que uno va viviendo y la vida le va poniendo cosas y uno lo va elaborando en el arte. Yo valoro mucho la experimentación...


- ¿Se puede decir que es más "fácil" que una escultura o un óleo, por ejemplo?
- ¡No, por Dios!, según como se haga. Esto no es sólo puramente digital, tiene mucho de artesanal, por eso lo han definido como gráfico-digital. Yo parto de una serie de técnicas tradicionales, como el grabado o el collage; y a eso le he sumado lo digital en un último proceso. He tratado de traer de lo antiguo a lo nuevo, hay como una conjunción de todo eso. 


- ¿Y por qué le puso Lágrimas?
- Sin tenerlos muy presentes, hay temas que van vertebrando todo mi trabajo y que siguen teniendo actualidad. Temas que me duelen como la violencia, la discriminación, las migraciones; que se mantienen desde hace siglos y no podemos romperlos. Entonces quise tomarlos para destrozarlos, hacer como un hechizo para que desaparezcan de algún modo. Y le puse Lágrimas porque pensé que la lágrima acompaña al hombre desde que nace hasta que muere. Lloramos cuando la emoción es fuerte y nos inunda. Esa lágrima recorre de algún modo la muestra, para liberarse después y ser sólo una lágrima y seguir su camino... que se vaya.


- ¿Si uno tomara su producción de principio a fin, podría hacer una lectura de su vida?
- Puede ser, pero no literal. Por más problemas que tenga, a mí siempre me entusiasma la vida, me gusta y la veo con colores. Yo me despierto con optimismo y ganas de trabajar. La angustia también lleva a la creación y todo vale, sólo que no es mi caso. Pero es cierto que, sobre todo cuando he hecho muestras grandes, sé que estoy ahí. 


- ¿El afuera es el que pone rótulos?
- Creo que sí, aunque a veces es necesario. A mí me gusta más la obra abierta, yo por ejemplo no le pondría ni nombres a las obras, porque uno ya está condicionando al que la observa, pero hay que adecuarse también a los demás, a lo que el otro pide: una palabra, un disparador, una pista... y eso es el título. 


- ¿Y cree que la obra es un testimonio, una prolongación de uno?
- Sinceramente no lo pienso, ni lo pretendo. No es falsa modestia. Yo simplemente hago. Me atrapa mucho el hacer, porque ese momento me entrega tanto que no necesito nada más... ¡y además cuando esté muerta ni me voy a enterar! (risas). Me cautiva el proceso, el desafío de ver si la idea que uno tiene se puede concretar, si se puede doblegar la materia... Me encanta que me sorprenda todo, eso me estimula.


DATO

  • La temporada 2019 del MPBA inaugurará el 5 de abril con Lágrimas (García Huertas), 20.52 (alusiva al terremoto del "44) y Sumergidos (Matías Ruarte). 20.30 hs, entrada libre.