El nuevo tono político del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y las dotes diplomáticas que desplegó, complacieron a los gobernantes latinoamericanos en la V Cumbre de las Américas, que concluyó ayer marcada por un inusitado espíritu de concordia.
Hasta los más hostiles hacia Estados Unidos, como los presidentes Hugo Chávez (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador) y Daniel Ortega (Nicaragua) reconocieron que con Obama hay una oportunidad para establecer un nuevo diálogo.
Ni tan siquiera las diferencias sobre Cuba o la imposibilidad de llegar ayer a la unanimidad en la declaración final de la cumbre impidieron que todos los gobernantes abandonasen Puerto España (capital de Trinidad y Tobago) con un optimismo sin precedentes.
Desde que comenzó la cumbre ninguno de los presidentes ocultó su deseo de fotografiarse y estrecharle la mano. La esperada foto de Chávez y Obama llegó pronto, así como con el resto de los mandatarios aliados del presidente venezolano.
Por la falta de tiempo, Obama evitó las reuniones bilaterales pero en las sesiones con UNASUR, el CARICOM o los centroamericanos, todos los gobernantes salieron impresionados por el tono, las promesas y el carácter del primer presidente negro de Estados Unidos.
Los presidentes centroamericanos descubrieron de cerca la capacidad que tiene Obama para escuchar y atender a sus interlocutores, al salir enormemente satisfechos de una reunión que se prolongó durante más de una hora para tratar el delicado problema de la reforma migratoria en EEUU.
Los nubarrones políticos que precedieron a la cita continental por las advertencias de los mandatarios de los países miembros de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) de no firmar la declaración final de Puerto España se disiparon nada más comenzar la cumbre.
El clima de respeto mutuo permitió que la declaración final fuese finalmente firmada ayer por el primer ministro de Trinidad y Tobago, Patrick Manning, en nombre de todos los participantes, y no hubo vetos, sino la expresión de algunas reservas de Venezuela, Bolivia, Brasil o Argentina, por motivos tan diversos como Cuba, los biocombustibles o la crisis económica mundial.
Al término de la Cumbre, el presidente de México, Felipe Calderón, aclaró que la declaración se aprobó por consenso, no por unanimidad.
Entre los 97 puntos de que consta el documento final, se abordan asuntos que van desde la seguridad pública hasta la gobernabilidad democrática, pasando por la prosperidad humana, la seguridad energética, la sostenibilidad ambiental y la seguridad pública.
Pero por encima de todo, hubo expresiones de conformidad porque la Cumbre haya servido sirvió también para dar un giro a las difíciles relaciones de Venezuela con Estados Unidos.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, que saludó afectuosamente un par de veces a Obama e incluso le regaló un libro, guardó en Puerto España la retórica antiimperialista y anunció la designación del diplomático Roy Chaderton como nuevo embajador en Washington, con lo cual espera normalizar las relaciones bilaterales suspendidas desde septiembre pasado.
Queda pendiente, sin embargo, el caso de Cuba, sobre el cual la mayoría de los países del continente cree que debe zanjarse con el regreso de la isla a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Al respecto, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, anunció que propondrá a la XXXIX Asamblea General de el organismo que dirige, que se celebrará los próximos 2 y 3 de junio en Honduras, que debata la derogación de la resolución que expulsó a Cuba en 1962, aunque luego corresponderá a La Habana solicitar formalmente su reingreso.

