Mientras Japón lucha por evitar lo peor en la central nuclear de Fukushima Daini, afectada por el terremoto, los ucranianos se preparan para recordar este 26 de abril el 25 aniversario de la tragedia en la planta de Chernobyl, la mayor catástrofe en la historia del uso pacífico de la energía atómica.

Los legados de aquel desastre son obvios: un anillo deshabitado de 30 kilómetros alrededor de la planta de Chernobyl, miles de millones de dólares gastados para limpiar la región y un masivo esfuerzo por recaudar 600 millones de euros (840 millones de dólares) en nuevos fondos que, según Kiev, se necesitan para construir una muralla más resistente sobre el reactor afectado.

Igual de poderosas son las heridas menos visibles: el miedo y la pertinaz sospecha de que a pesar de los reportes tranquilizadores de las autoridades y los organismos científicos, las personas pueden seguir muriendo por los efectos de la radiación.

Según los expertos ucranianos, Chernobyl se cobró la vida de más de 100.000 personas en Ucrania, Rusia y Bielorrusia -los países afectados por la catástrofe-, cifra que organizaciones ecologistas, como Greenpeace, elevan hasta 200.000. Otros ambientalistas van mucho más lejos al sostener que hubo 6 millones de muertes a largo plazo asociadas a la radiación.

En paralelo al debate sobre el impacto en la salud, hay pocas dudas de que la población en Ucrania y de la vecina Bielorrusia sobrelleva una carga psicológica. Varios estudios han hallado que "las poblaciones expuestas tenían niveles de ansiedad que duplicaban" los de las personas no afectadas por el accidente, de acuerdo a un reporte de Naciones Unidas del 2006.

Hay, por supuesto, diferencias cruciales entre Chernobyl y el desastre en Japón. El accidente en Chernobyl fue el producto de un error humano por un test mal ejecutado, mientras que la falla japonesa fue desatada por un sismo y un tsunami.

Chernobyl ocurrió en una cerrada sociedad soviética que el reformista Mijail Gorbachov estaba recién comenzando a abrir.

Las autoridades intentaron encubrir el desastre y admitieron parcialmente la verdad tres días después, perdiendo la oportunidad de recibir velozmente ayuda internacional.

Pese a las críticas de que Tokio podría ser mucho más transparente, la catástrofe en Japón ha ocurrido en una

sociedad relativamente abierta, que ha recibido asistencia internacional rápido. Pero, sobre todo, las gruesas paredes de contención en la planta Fukushima Daini protegen a los núcleos del reactor, por lo cual, aunque haya una fusión del combustible nuclear, es improbable que se produzca una peligrosa fuga de nubes radioactivas hacia la atmósfera.

El sarcófago

En la planta de Chernobyl, clausurada en diciembre de 2000, continúa la construcción de un nuevo sarcófago sobre el reactor causante del desastre, ya que el anterior, erigido en los meses siguientes al accidente, presenta grietas, con el consiguiente riesgo de fugas significativas de radiación.

Ucrania se propone desactivar por completo la planta y el territorio adyacente para el año 2018, y enterrar para siempre con ayuda de la compañía estadounidense Holtec International las 200 toneladas de combustible nuclear que hay en la central que tuvo el accidente a la 1.24 del 26 de abril de 1986. En aquel momento hubo dos explosiones en el reactor número cuatro de la central, que marcaron un antes y un después en la era de la energía atómica.

La central arrojó a la atmósfera hasta 200 toneladas de material con una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas como la que fue lanzada sobre Hiroshima. Actualmente, cerca cinco millones de personas viven en territorios que quedaron contaminados por la explosión en el cuarto reactor de la central nuclear; casi la totalidad de ellos, el 85 por ciento, en zonas de baja contaminación. Incluso hay quienes residen en los llamados "lugares de exclusión", junto a la planta, declarados por ley inhabitables. En casi todos los casos, se trata de ancianos que se negaron a ser evacuados.