Ni el toque de queda ni la promesa del presidente Hosni Mubarak de cambiar el Gobierno han sacado a los egipcios de las calles ni acallado su clamor para que haya un cambio total del régimen que está vigente desde hace treinta años. Hasta ayer las protestas habían dejado un saldo de al menos 29 muertos y al menos 1.000 heridos.

Mubarak, en el poder desde 1981 y objetivo de las protestas que comenzaron el martes y se intensificaron ayer, sorprendió a los egipcios poco después de la última medianoche con un discurso en el que abordó muchos temas, menos el de la renuncia que se le pide.

"He ordenado la disolución del Gobierno y mañana designaré otro que asuma nuevas funciones", afirmó el gobernante en su discurso, casi doce horas después de que comenzaran masivas protestas contra su régimen.

Anoche, en El Cairo se veían menos policiales que los que habitualmente están apostados en esta capital, con las calles a merced de los manifestantes y la vigilancia de los militares, colocados en lugares estratégicos.

La retirada parcial de la policía comenzó poco después de que Mubarak ordenara el toque de queda en el Gran Cairo, Alejandría y Suez, los principales focos de las protestas, y ordenara al Ejército que ayudara a la policía para garantizar la seguridad del país.

"Hay una línea muy estrecha entre la libertad y el caos", afirmó el presidente egipcio en su mensaje, que pronunció en tono firme, a veces, y con gestos de comprensión cuando se refirió a los sufrimientos que han lanzado a los egipcios a las calles.

"Soy consciente de las aspiraciones en favor de más democracia, el combate del desempleo, la lucha contra la pobreza y el combate de la corrupción", afirmó Mubarak.

"Pero los objetivos que se buscan -añadió- no pueden ser logrados por la violencia, sino por el diálogo nacional y esfuerzos que unan a las partes".

En momento alguno Mubarak mencionó el principal clamor que se está oyendo en las calle, que pide el final de su régimen, y, en cambio, disparó los tiros hacia el gobierno, que decidió cambiar para que el que nombre hoy "asuma nuevas funciones".

Fueron las primeras palabras de Mubarak desde que el martes pasado los egipcios participaran en una masiva manifestación para exigir reformas políticas, al calor del relevo en el poder de Túnez, que ha animado los deseos de cambio en este país.

Lejos de lograr su propósito, el de calmar a la población para que volviera a casa, las palabras de Mubarak calentaron más los ánimos de los manifestantes que aún estaban en las calles, y también se ganaron las críticas de los grupos de la oposición.

"El discurso de Mubarak no cumple con las aspiraciones del pueblo", señaló un comunicado de la Asamblea Nacional para el

Cambio, liderada por el premio nobel de la paz Mohamed el Baradei, que llegó el jueves a El Cairo para sumarse a estas protestas.

Según esta organización, creada hace un año para impulsar reformas electorales y políticas en el país, los egipcios deben persistir en las protestas que protagonizan desde el martes pasado, "hasta que se vaya Mubarak".

El presidente egipcio ordenó ayer al Ejército que asista a la Policía tras las protestas registradas en El Cairo y otras ciudades del país, y, cuando llegaron a las calles, los soldados fueron recibidos con muestras de júbilo por los ciudadanos.

Todo ello mientras la sede central del gobernante Partido Nacional Democrático (PND) era devorada por las llamas por un incendio que estalló durante las protestas, como señal de la clara descomposición del régimen que se vive desde las últimas horas.