Brasilia, que celebra este 21 de abril cinco décadas de su fundación, nació como un proyecto de desarrollo para el centro y el Oeste del país, pero en los últimos años se ha convertido en un estratégico polo de poder suramericano.

La ciudad que reemplazó a Río de Janeiro como capital de Brasil comenzó a construirse en 1956, fue inaugurada el 21 de abril de 1960 y supuso la coronación del sueño del entonces presidente, Juscelino Kubitschek, quien aspiraba a promover el desarrollo al interior de de un país con dimensiones continentales y volcado al Atlántico.

La epopeya que supuso la edificación de una ciudad en medio de la nada, donde solamente había un cruce de caminos de tierra distantes unos 200 Km de la urbe más próxima, despertó la curiosidad de numerosas personalidades extranjeras ya desde su concepción.

El primer presidente extranjero que pisó suelo brasiliense fue el portugués Francisco Higino Claveiro Lopes, quien durante los siete años que estuvo en el poder (1951-1958) sólo salió de su país para viajar a España (1953), Inglaterra (1955) y Brasil (1957).

El mariscal Claveiro Lopes llegó a Río de Janeiro en visita oficial y fue convencido por Kubitschek a "conocer el futuro" de Brasil, que en ese momento estaba en un polvoriento cantero de obras en el que unos 65.000 obreros se movían como hormigas.

La primera visita oficial registrada en la historia de Brasilia fue, sin embargo, el 16 de junio de 1958, cuando transitaron por la construcción el príncipe heredero de Japón, Akihito, y su esposa Michiko, que habían llegado al país para celebrar el cincuentenario de la inmigración nipona.

Antes de la inauguración de la ciudad también visitaron las obras el presidente de Italia Giovanni Gronchi, la Duquesa de Kent y el cubano Fidel Castro, cuya llegada el 30 de abril de 1959, cuatro meses después del triunfo de la Revolución, llevó a miles de obreros a parar su trabajo para recibirle en el aeropuerto.

Pese a la curiosidad causada en esos años, la capital brasileña no llegó a tener una gravitación política importante en sus primeras épocas, en parte porque cuatro años después de la inauguración de la ciudad un golpe militar implantó un régimen que cercenó libertades, dio la espalda al exterior y se mantuvo en el poder hasta 1985.

La recuperación de la democracia llevó a Brasil a abrirse más al mundo; en 1991 nació el Mercosur, que asoció al país con Argentina, Uruguay y Paraguay, y la capital nacida del tablero del mundialmente famoso arquitecto Óscar Niemeyer comenzó a tener cierto peso en el ámbito regional.

A pesar de su creciente importancia en esos años, Brasilia recibió su primera cumbre presidencial cuarenta años después de fundada, en el 2000, cuando el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso la eligió como sede de la primera cita de jefes de Estado y de Gobierno suramericanos.

Cardoso, que puso a Brasil en el gran mapa de las inversiones extranjeras a partir de políticas que modernizaron al país y lo insertaron en el escenario internacional, fue sucedido en 2003 por el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, quien le ha dado a Brasilia una mayor proyección.

La activa política exterior de Lula y su decisión de convertir a Brasil en un "actor global" han hecho de Brasilia un polo de poder estratégico para la región y han convertido a la ciudad soñada por Kubitschek en un vigoroso centro de decisiones latinoamericano.

La expansión económica brasileña, que comenzó con Cardoso y se consolidó durante la gestión de Lula, también ha contribuido a darle a la capital una proyección internacional tal vez jamás imaginada por Kubitschek.