Un grito sonoro efectuado por un hombre entre el gentío que observaba una ceremonia pública en Amsterdam causó al menos 68 heridos leves -entre ellos algunos niños- y la fuga precipitada de la reina Beatriz y otros miembros de la casa real holandesa. El desbande presuroso de miles de personas hizo pensar en un inminente atentado terrorista con explosivos.

El incidente se registró durante el homenaje anual las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, cuando un hombre de unos 40 años comenzó a lanzar gritos sin sentido, mientras los asistentes guardaban el tradicional minuto de silencio.

El jefe de la policía de Amsterdam, Bernard Welten, explicó que los repentinos gritos del individuo y el llamado de otras personas de auxilio y sobre una bomba, desató el pánico generalizado de la multitud, que comenzó a aventarse desatándose una avalancha humana.

"Un hombre con la apariencia de un judío ortodoxo, comenzó a dar voces que se transformaron en un largo grito. El público entró en pánico. Desde la multitud se empezó a gritar "¡una bomba, una bomba, ponerse a salvo!", explicó Welten.