El fraile franciscano Mamerto Esquiú -que entró en la historia argentina por haber sido un impulsor relevante de la aceptación de la Constitución de 1853- está a punto de convertirse en beato. El Vaticano anunció este jueves la aprobación de un milagro –una curación inexplicable de una niña tucumana- por su intercesión.

Llamado el “Orador de la Constitución”, Esquiú es particularmente recordado por el célebre sermón que -con apenas 27 años- realizó en la iglesia matriz de Catamarca –de donde era oriundo-, durante el que efectuó una encendida defensa del flamante texto constitucional, que tuvo una vasta repercusión en todo el país.

Esquiú –que si bien no estaba totalmente de acuerdo con su redacción, particularmente en lo referido a la consideración de la Iglesia católica- destacó que la Constitución debía ser aceptada por todas las provincias para favorecer la unidad nacional, tras luchas internas que ensangrentaron la naciente nación.

“Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males”, decía en el sermón. En reconocimiento, el presidente Sarmiento lo propone en 1870 como arzobispo de Buenos Aires, cargo que rechaza.

La cura milagrosa que le atribuye a su intercesión fue la de una niña de la provincia de Tucumán luego de que un médico le recomendó a su madre pedirle a Esquiú el milagro y le dio un pedacito del manto del fraile; a la semana la pequeña se había curado del mal con el que había nacido y que le estaba dejando serias secuelas.

Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en el pueblo de Piedras Blancas, a 17 km de San Fernando del Valle de Catamarca, por problemas de salud sus padres lo encomiendan a Francisco de Asís y le el hábito francisco que desde entonces siempre luciría, y a los diez años entra en el noviciado del convento San Francisco de Catamarca.

Tras estudiar filosofía y teología y obtener calificaciones sobresalientes, es ordenado sacerdote en 1948. De gran prédica religiosa y cívica en los diarios de la época, y dolido por un nuevo enfrentamiento tras la aprobación de la Constitución -entre la Confederación y Buenos Aires- se radica en Bolivia, donde vuelve a descollar.

Tras un paso por ciudades de Europa -en Roma estuvo con el Papa León XIII- y Jerusalén, regresa al país y es nombrado obispo de Córdoba, cargo que acepta porque dice que no puede rechazar un pedido del Papa. Murió el 10 de enero de 1883 cuando regresaba a Córdoba tras visitar La Rioja.

Tras un par de pasos que restan., se cree que la ceremonia de beatificación será en su provincia natal el año que viene. Se convertirá en el décimo tercer beato argentino, entre los que se cuentan Mamá Antula y Ceferino Namuncurá.

Sus restos reposan en la catedral de Córdoba. Su corazón incorrupto estaba en la iglesia franciscana de Catamarca y fue robado dos veces, en 2002 y 2008. La segunda vez no apareció.