Era una especie de campamento, apenas una covacha rodeada de neumáticos en medio del páramo, cerca de un pueblo minúsculo llamado Amalia, al norte de Nuevo México. No tenía agua y estaba lleno de basura.

Allí, el viernes último, la policía encontró a dos hombres, tres mujeres y 11 menores que vivían en condiciones miserables. El sheriff del condado lo definió así: "Las condiciones de pobreza más tristes que he visto en mi vida".

El suceso dio un giro aún más desconcertante anteayer, cuando se presentaron los cargos judiciales. La policía asegura que el líder del campamento estaba entrenando a los chicos con armas para disparar en colegios.

La historia comienza el pasado diciembre. Una mujer de Atlanta denunció a la policía que su marido, Siraj Ibn Wahhaj, de 39 años, se había llevado a su hijo de tres, Abdul-Ghani, y no lo había vuelto a ver. El chico sufría mareos, no podía caminar y requería atención médica constante. Lo último que dijo su padre es que pretendía practicarle un exorcismo porque estaba poseído por el demonio. No se los volvió a ver.

Con ayuda del FBI, la investigación finalmente llegó hasta Nuevo México, donde la policía del condado de Taos halló el campamento, cerca de la frontera con Colorado, el pasado viernes. En el lugar se encontraban Wahhaj, otro varón adulto y tres mujeres, presumiblemente las madres de los 11 chicos que vivían ahí.

Wahhaj estaba fuertemente armado, con cuatro pistolas cargadas y un rifle de asalto AR-15 con 30 cargadores. También habían construido una especie de campo de tiro. Las personas fueron detenidas sin oponer resistencia.

En un primer momento no había rastro del chico de tres años desaparecido. Anteayer, la oficina del sheriff anunció que había encontrado en los alrededores los restos de un menor. La identificación no será oficial hasta que se complete el análisis forense, pero las autoridades aseguran que el cadáver tiene una edad compatible con la del pequeño Abdul-Ghani