La Iglesia anhela que después de las elecciones de octubre baje el nivel de confrontación y se avance en la búsqueda de grandes acuerdos. Además de las ventajas que, creen, tendría para el país (y para el propio Gobierno), contribuiría a destrabar la demorada visita del Papa Francisco a la Argentina, que requiere -como se viene diciendo en los medios eclesiásticos- de un mejor clima político.
 

De todas maneras, en la Iglesia reina la cautela. El obispo de San Francisco, Sergio Buenanueva, resumió el sentir de sus colegas tras las recientes primarias, que le dieron aire al oficialismo, pero patentizaron el grado de polarización: “Pasada la lid electoral, con sus ganadores, también con sus heridos y magullados (ojalá que superando resentimientos), que nuestra dirigencia política, alentada por buena parte de la ciudadanía, se siente a la mesa de los que buscan consensos”, abogó en su blog. Y completó: “Un país donde una tercera parte de los argentinos es pobre, implica que todos somos pobres; esa es la grieta verdadera y más dolorosa”. En otras palabras, las medidas para combatir la pobreza deberían encabezar los acuerdos. Seguidas, dijeron otros obispos, por la lucha contra el narcotráfico y la elevación de la calidad educativa.
 

Lo cierto es que la visita papal estuvo este año más cerca de lo que muchos argentinos puedan pensar. Se afirma que el Papa llegó, incluso, a barajar noviembre como el mes para concretarla (tras los comicios legislativos). Pero como se quería repetir el itinerario que hizo Juan Pablo II en 1987, cuando incluyó a Uruguay y a Chile, se tropezó con el inconveniente de que en el país trasandino hay elecciones presidenciales para esa época. Finalmente, Francisco irá a Chile y Perú en enero.
 

La probabilidad de que Francisco visite el país el año que viene es alta, según una exploración de Clarín en los medios eclesiásticos. Pero lo que pase en el país después de las elecciones de octubre será clave.