Noche negra. Lula arriba a la sede de la Policía Federal de Curitiba donde comenzó a cumplir su condena de 12 años por corrupción. Ayer domingo había calma en los alrededores.

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva pasó sus primeras dos noche en una cárcel de la sureña ciudad de Curitiba por una condena de corrupción, mientras sus aliados esperaban que una serie de protestas y decisiones judiciales reviertan el fallo del juez Sergio Moro y lleven a su liberación.

El encarcelamiento de Lula, el primer presidente de clase trabajadora de Brasil, deja con una definición muy abierta a las elecciones de octubre, ya que él lidera los sondeos de opinión. Su condena probablemente le impida participar.

Pero esta semana, la Corte Suprema podría reconsiderar su propio fallo de 2016 que dijo que el condenado podría comenzar a servir una sentencia de prisión si su condena era ratificada en una primera apelación, la decisión que posibilitó que un juez brasileño ordenara el encarcelamiento de Lula.

Si se revirtiera esa decisión, Lula sería liberado.

El Supremo Tribunal podría declarar inconstitucional ese entendimiento, ya que la Constitución brasileña permite la cárcel, si es que no hay vidas en riesgo, una vez finalizadas todas las instancias judiciales.

Un juez prohibió marchas y acampes cerca de la cárcel.

La máxima corte del país aplicó en 2016 la jurisprudencia al calor de las presiones de la comunidad policial y jurídica que trabaja en la Operación Lava Jato, como se llama a los casos de corrupción que involucran a la constructora Odebrecht y la petrolera Petrobras, controlada por el Estado.

El tribunal regional de Porto Alegre defendió que el juez Sérgio Moro, quien instruyó la causa, tome decisiones "excepcionales" porque la investigación conocida como Lava Jato es diferente que el resto de los procesos por corrupción.

Varios jueces del principal tribunal han clamado públicamente en semanas recientes que se revise ese fallo y se revierta, una medida que los críticos dicen sería un golpe enorme contra los esfuerzos anticorrupción sin precedentes de Brasil durante los últimos años.

El proceso de apelaciones puede llevar años o incluso décadas en el complejo sistema legal brasileño.

Lula Da Silva, que aún enfrenta seis juicios más por cargos de corrupción, se entregó a la policía el sábado por la noche, después de horas de resistencia. Tiene que cumplir una condena de 12 años de prisión por un tríplex que recibió como parte de una coima a cambio de obras para una empresa constructora.

"Lula está bien, llegó bien a su lugar detención y vamos a instalar una resistencia cívica, una vigilia cívica para que salga rápidamente de prisión, de esta situación de prisión política", dijo ayer la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann.

Lula fue trasladado el sábado desde San Pablo en avión hasta Curitiba y luego en helicóptero hasta la sede de la Policía Federal de Paraná, donde una sala usada de dormitorio por comisarios fue acondicionada para cumplir su condena, en la que habrá una televisión.

El jefe de la Policía Federal en Paraná, el comisario Mauricio Leite, le comunicó a Hoffmann que Lula fue "bien recibido y se encuentra bien", según la senadora.

A las 7 de la mañana la policía le llevó el desayuno y otros detenidos en celdas de la superintendencia de la Policía Federal, el corazón de la Operación Lava Jato, entregado por la empresa proveedora, un episodio banal que se convirtió en la primera noticia del domingo.

El desayuno de Lula en la cárcel fue café con leche con pan y manteca, de acuerdo al régimen interno de las celdas de este edificio policial.

Ayer a la tarde, y durante el largo período en el que Lula ha estado bajo investigación, no hubo manifestaciones populares masivas en Brasil, sólo algunas protestas esporádicas y aisladas de partidarios acérrimos.


 

>> Vio por TV a Corinthians campeón


Luiz Inácio Lula Da Silva pasó ayer su primer día en prisión en una sala sin rejas de la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, en el sur del país, mientras miles de sus seguidores montaron un campamento con el que buscan presionar por la liberación del líder opositor condenado por corrupción.

Lula pudo ver por televisión cómo el club de sus amores, Corinthians, derrotó a Palmeiras por penales y conquistó el campeonato estadual paulista de fútbol, luego de desayunar café y tostadas con manteca, y almorzar arroz, frijoles y ensalada. El senador Humberto Costa, del PT de Pernambuco, confirmó que el partido no exhibió un plan B para las elecciones del 7 de octubre y que "Lula sigue siendo y será inscripto como candidato en agosto, cuando la justicia electoral reciba las candidaturas".