Aunque Alvaro Uribe terminará sus ocho años en la presidencia como el mandatario más popular en la historia de Colombia, se podría ir con un sabor agridulce si no logra convertir ese éxito en votos para el candidato oficialista Juan Manuel Santos en la elección presidencial.

El nivel de popularidad de Uribe, del 68 por ciento, contrasta con la intención de voto del 37,5 por ciento que logró Santos en la última encuesta de Invamer Gallup y que le da un empate técnico con el independiente Antanas Mockus, que obtuvo un 35,4 por ciento.

De cumplirse los pronósticos, sería necesaria una segunda vuelta, el 20 de junio, en la que sondeos pronostican un triunfo de Mockus, un excéntrico matemático que ganó en dos ocasiones la intendencia de Bogotá, el segundo cargo más importante del país.

Para analistas, a pesar de que la imagen de Uribe le ha servido a Santos para liderar marginalmente la intención de voto, el ex ministro de Defensa heredó desde los escándalos y fracasos del Gobierno, hasta la fragmentación de la coalición que llevó al mandatario al poder.

"Simultáneamente con ese margen de positividad que le da el pegarse a Uribe, (Santos) también capitaliza en contra suya el descontento que hay frente a Uribe, el voto castigo. Uribe aporta pero también quita", explicó el analista y ex alcalde de Bogotá Jaime Castro.

El Gobierno de Uribe enfrenta escándalos por la supuesta adjudicación irregular de subsidios agrícolas, interceptaciones telefónicas ilegales, ejecuciones extrajudiciales, así como acusaciones de nexos de congresistas de la coalición con paramilitares de ultraderecha.

Santos, un economista y administrador educado en EEUU e Inglaterra, primo del vicepresidente Francisco Santos y miembro de una influyente familia vinculada al periodismo, también ha sido afectado por la diseminación de los votos de los partidos que en alianza ayudaron a Uribe a ganar la presidencia en el 2002 y en el 2006 en la primera vuelta. Ahora, esos partidos salieron con sus propios candidatos, como Germán Vargas Lleras de Cambio Radical y Noemí Sanín del Partido Conservador.

"Los votantes uribistas están fragmentados en varios candidatos, entonces eso ayuda a que no haya una transmisión obvia y matemática de la votación del uno al otro", opinó Mónica Pachón, politóloga y directora del programa Congreso

Visible de la Universidad de Los Andes.

Adicionalmente, analistas resaltan el cambio en las prioridades de los votantes, que ahora buscan una solución a los problemas sociales y económicos dejando de lado el tema de la inseguridad derivada del conflicto armado de más de cuatro décadas y la lucha contra la guerrilla, que fue la principal bandera de Uribe para lograr sus victorias en las urnas.

A la pregunta de cuál es el principal problema que debe ser resuelto por el próximo presidente, el 42,9 por ciento de los consultados opinó en la última encuesta de Invamer Gallup que disminuir el desempleo. La necesidad de combatir a la guerrilla sólo se ubicó en el cuarto lugar, con un 6,1 por ciento de los encuestados.