El papa Francisco condenó ayer en Naciones Unidas el “flagelo” de la guerra, abogó por la no proliferación de armas nucleares, llamó a luchar contra la “cultura del descarte” y advirtió sobre las consecuencias del narcotráfico, que mata “silenciosamente” a millones de personas en el mundo. También hizo un fuerte llamado a limitar “todo tipo de abuso y usura” por parte de grupos financieros, alertó sobre la “sumisión asfixiante” ejercida por los sistemas crediticios contra los países en desarrollo, al tiempo que dijo uno de los versos más famosos del poema gauchesco argentino Martín Fierro, donde incita a que “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera…”.

El discurso del Papa, interrumpido 25 veces por los aplausos del auditorio y ovacionado de pie al final, se caracterizó por sus numerosas alusiones a la necesidad de promover mayor equidad y velar por el desarrollo sostenible de los países, al considerar que las medidas implementadas en esa dirección ayudarán “a limitar todo tipo de abuso o usura, sobre todo con los países en vías de desarrollo”.

El pontífice dedicó su discurso ante los representantes de los líderes mundiales a subrayar las luces y sombras que ha tenido la ONU a lo largo de sus 70 años de existencia, a la que instó a respetar su carta constitutiva “sin segundas intenciones” para alcanzar la paz.

“Hay otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra asumida y pobremente combatida”, aseveró.

“El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones”, alertó en su discurso en español.

El Papa pidió a Naciones Unidas que se conceda a todos los países, sin excepción, una “participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones”, en especial en el Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas.

“Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo”, fundamentó.

Francisco exhortó a los gobernantes a “garantizar el mínimo absoluto de dignidad que tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra”. Es decir, ampliar el acceso a la “vivienda propia, el trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable”.

El máximo jefe de la Iglesia Católica también insistió en advertir que “la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente”.

Francisco condenó la persecución de los cristianos y otras minorías cristianas que a raíz del “odio y la locura” fueron puestos en la disyuntiva de “huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud”.

El pontífice argentino citó la obra cumbre de José Hernández, el Martín Fierro, un clásico de la literatura argentina, para llamar a la unidad: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”.