Casi nueve años después del comienzo de la guerra de Irak, el último convoy de las tropas estadounidenses cruzó ayer la frontera con Kuwait, poniendo fin oficialmente al conflicto bélico que dejó más de 4.500 soldados norteamericanos y más de 100 mil iraquíes muertos.

Un total de 110 vehículos blindados, con unos 500 soldados, partió hoy desde la base de operaciones de contingencia de Adder y pasó la estación fronteriza hacia el desierto al romper el alba, lo que -según confirmó un portavoz militar norteamericano- sella oficialmente la retirada.

En los últimos días, el Ejército estadounidense había ido cerrando capítulos de esta retirada con la entrega a las autoridades iraquíes de los prisioneros que tenían en sus manos y el traspaso de las 505 bases que han estado bajo su supervisión todos estos años en Irak. Mientras que el jueves pasado, la bandera estadounidense era arriada en Bagdad. El último contingente procedía de la base Fort Hood, en Texas, y había estado destinado en Nasiriya, a unos 300 kilómetros al Sur de la capital Bagdad.

EL FUTURO
En medio de la alegría que causa entre los iraquíes la marcha de los uniformados estadounidenses, el analista político Fahd Yaber consideró que ‘la destrucción de las infraestructuras y el número de víctimas civiles que causó la ocupación quedarán por largos años fijos en las retinas de los ciudadanos‘. Y es que la retirada, según Yaber, va a tener repercusiones negativas tanto a corto como a largo plazo, ‘sobre todo, en el ámbito de la seguridad porque las fuerzas estadounidenses salieron del país sin dejar una cobertura aérea que proteja el cielo de Irak y sin unas instituciones de Inteligencia fuertes‘.