Estados Unidos y China, los dos colosos del siglo XXI, reconocieron que su mutua dependencia los convirtió en socios estratégicos, un clásico matrimonio de conveniencia en el que se toleran las diferencias con tal de retener sus títulos de superpotencias mundiales.

Así lo dejaron claro Barack Obama y Hu Jintao en las reuniones que sostuvieron esta semana en Washington, donde descartaron la posibilidad de reeditar una guerra fría pese a las presiones, entre otros, de los republicanos y de sus socios de la industria armamentista.

Temas había de sobra para que los dos presidentes se agarraran de los pelos. Varios políticos y congresistas estadounidenses destacaron la "amenaza militar" china y exhibieron como prueba el avión "indetectable" y los desarrollos balísticos que Beijing presentó recientemente.

Dan Twining, ex asesor del candidato republicano a la presidencia John McCain, sacó a relucir cómo China "protegió" a Corea del Norte en el reciente ataque a Corea del Sur e hizo que las sanciones de la ONU contra Irán por su desarrollo nuclear "fueran más insignificantes".

También hubo quienes enarbolaron la bandera de los derechos humanos, olvidándose de las violaciones cometidas -y reconocidas hasta por el ex presidente George W. Bush- en su propio territorio.

¿Cómo es posible que un presidente galardonado con el premio Nobel de la Paz, como Obama, reciba a otro presidente que mantiene encarcelado a otro Nobel de la Paz, el disidente Liu Xiabo? preguntaban.

Pero lejos de enredarse en una disputa política, ideológica e incluso militar, como la que sostuvieron Washington y Moscú en la era soviética, Obama y Hu pusieron en primer plano el entendimiento en los puntos en que la suerte de uno está atada a la del otro.

Es decir, abordaron todos los temas internacionales -incluso los más ríspidos- pero teniendo en cuenta una realidad insoslayable: los chinos tienen el dinero que los estadounidenses necesitan para que su economía renazca y el bloque occidental, con la Casa Blanca a la cabeza, tiene los mercados que Beijing necesita para la colocación de sus productos y su crecimiento.

"Ambos tenemos mucho que ganar con unas buenas relaciones y mucho que perder con la confrontación", sintetizó Hu en una entrevista con The Washington Post y The Wall Street Journal.

Esto no significa, sin embargo, que las relaciones vayan sobre rieles.

Washington ha aplaudido con entusiasmo la "apertura" de China, que en los últimos treinta años se convirtió en un gran receptor de capitales y empresas del mundo capitalista para desarrollar una economía dirigida fundamentalmente a la exportación.

Pero este "socialismo a la China", como se lo ha dado en llamar, transformó las relaciones bilaterales entre las dos superpotencias.

En la actualidad, Beijing es el mayor acreedor de la deuda pública de EEUU, con 907 mil millones de dólares, y es el segundo proveedor comercial de ese país.

Eso significa que tanto la capacidad financiera de China como su gran maquinaria exportadora dependen, en buena medida, de la recuperación de la primera economía mundial.

Al mismo tiempo, Washington argumenta que su "socio", al mantener su moneda subvaluada, hace más competitivas sus exportaciones y perjudica a la industria estadounidense y la consecuente creación de empleos, un tema clave para que Obama logre su reelección.

Hu respondió a esta demanda anunciando compras por 45.000 millones de dólares, una cifra cuantiosa pero que ni por casualidad llega a equilibrar el déficit comercial de EEUU con China, que suma 230 mil millones de dólares.

De ahí que Washington insista en la necesidad de que se revalúe el yuan.

Pero China no sólo se ha convertido en el principal financista del gigantesco déficit fiscal de EEUU. También se constituyó en el "banquero" de muchos países y está desafiando el poder casi omnímodo que hasta no hace mucho ejercía su socio en buena parte del mundo.

Argentina, Brasil, Ghana, India, Rusia y Venezuela son algunas de las naciones que han recibido préstamos chinos.

Según el Financial Times, en los últimos dos años sumaron 110.000 millones de dólares, una cifra bastante más abultada que la prestada por EEUU en ese período. En suma, los que esperaban ver un choque de titanes en la cita Obama-Hu se equivocaron de cabo a rabo.

Las diferencias políticas carecen ya del paquete ideológico que envolvían las relaciones con Mao Tse Tung o con los soviéticos en la etapa previa a Mijail Gorbachov. Desde que el "arquitecto de la reforma", Deng Xiaoping, inició hace tres décadas la "modernización" de China, EEUU dejó de ser el "imperio del mal" y se impuso la ya legendaria "coexistencia pacífica".

Así se fueron vaciando de contenido los postulados socialistas que aún sobreviven en la constitución y se desató en China un fulminante desarrollo capitalista que colocó al país entre las grandes potencias mundiales, con una casta empresarial multimillonaria que mantiene a miles de millones de trabajadores, sobre todo el campesinado, en uno de los niveles de ingresos más bajos del planeta.

En este contexto, los titanes no se retan a duelo ni se declaran guerras, sean calientes o frías.