La Casa Blanca ocupada durante los ocho últimos años por un presidente negro que quería a una mujer como sucesora vuelve a convertirse, con Donald Trump, en un lugar donde el poder se concentra en manos de hombres muy ricos y muy conservadores. El gabinete que ha elegido el nuevo presidente republicano es el menos diverso y más elitista que tiene Estados Unidos en décadas. Solo dos mujeres tienen rango de ministro en su equipo, y ninguna de sus carteras está entre las principales, como tampoco lo está la que ocupará el único afroamericano en el gobierno. Por primera vez desde 1988, no habrá ni un solo un hispano en el gabinete. Buena parte de los nuevos dirigentes son multimillonarios.

El poder, cuestión de hombres

Además de Trump y su vicepresidente, Mike Pence, el poder máximo se concentra en un puñado de puestos del gabinete estadounidense y todos ellos, en la era Trump, estarán ocupados por hombres. Si acaban confirmados por el Senado, como parece, el responsable de la diplomacia norteamericana será nuevamente un hombre, Rex Tillerson, al igual que el jefe del Pentágono, James Mattis, el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, y el fiscal general del país, Jeff Sessions, sobre quien pesan duras acusaciones de racismo y xenofobia.

Hacía décadas que el máximo poder no estaba tan “masculinizado”. Además de poner a una mujer como fiscal general, Janet Reno, Bill Clinton fue el primer presidente que nombró a una mujer como secretaria de Estado, Madeleine Albright. Condoleezza Rice en la era Bush y Hillary Clinton en la de Obama aseguraron la presencia femenina en la cúpula de la diplomacia estadounidense. Obama también apostó por una mujer, Janet Napolitano, para ocupar la cartera de Seguridad Nacional en su primer mandato, y por otra, Lynch, para dirigir el Departamento de Justicia en sus últimos años, en los que otra mujer, Penny Pritkzer, fue además secretaria de Comercio, un puesto clave para algunas de sus políticas internacionales más fundamentales, como la normalización de relaciones con Cuba. Fueron también dos mujeres, Kathleen Sebelius y Sylvia Mathews Burwell, las encargadas de defender, al frente del Departamento de Sanidad, el proyecto estrella de Obama, su reforma sanitaria ahora amenazada por Trump.

Un equipo de multimillonarios

El gabinete de Trump vale su peso en oro, casi literalmente. El magnate que hizo campaña clamando contra Wall Street y que prometía acabar con la corrupción en Washington está compuesto por un equipo que tiene una riqueza combinada de 14.500 millones de dólares, según las cuentas de la cadena NBC. Dicho de otra forma, suman más riqueza que la que acumulan los 43 millones de hogares más pobres del país, que a su vez suponen más de un tercio de los hogares estadounidenses.

Aunque todos los presidentes de la era reciente han contado con multimillonarios en sus gabinetes, el de Trump bate récords. Es, según esta emisora, 30 veces más rico que la Casa Blanca de George W. Bush. Entre sus miembros más ricos, más allá del propio Trump: el subsecretario de Comercio, Todd Ricketts, cuya fortuna se valora en 5.300 millones de dólares; la secretaria de Educación, Betsy DeVos (5.100 millones), el secretario de Comercio, Wilbur Ross (2.500 millones), la directora de la Oficina de la Pequeña Empresa de la Casa Blanca, Linda McMahon (1.600 millones). El futuro jefe de la diplomacia tampoco puede considerarse desafortunado: acaba de recibir una indemnización de 180 millones de dólares de la empresa que dirigía hasta finales del año pasado, la petrolera ExxonMobil. Las fortunas de otros miembros de su gabinete, muchos de ellos altos ejecutivos de grandes empresas, también se cuentan por decenas de millones.

Fuente: El País