El bebé real Archie Harrison Mountbatten-Windsor ya cumplió dos meses y fue bautizado en la capilla privada de la reina Isabel, en el palacio de Windsor, junto a sus padres, el príncipe Harry y Meghan Markle. También asistieron el príncipe Carlos y sus hijos, los duques de Cambridge Camilla, Kate y William; y Doria, la abuela norteamericana del bebé.

Hubo tres conspicuos ausentes: la reina Isabel, que no asiste a los bautismos de sus ocho bisnietos y ha decidido pasar el fin de semana en su palacio de Sandringham junto al príncipe Felipe, los vetados familiares de Meghan y la prensa. Ni cámaras, ni televisión, ni periodistas.

Por primera vez en la historia de la realeza, el bautismo fue “privado”, porque para Meghan y Harry el séptimo en la línea de sucesión al trono británico es “un ciudadano privado”, sin título, y no quieren que sea llamado Su Alteza Real.

Una decisión de los padres se transformó en una noticia más importante que el inocente bautismo de un bebito royal: ni al público ni a los periodistas les dieron acceso a una ceremonia que, históricamente, se publicita porque mantiene el vínculo entre la Corona y los súbditos que los subsidian, porque la Corte prestigia al reino.

En estas horas, periodistas y cortesanos se preguntan si la política de los duques de Sussex de mantener su vida privada y la del pequeño Archie alejada de la natural curiosidad de los británicos no ha llegado demasiado lejos. ¿Se convertirá en un boomerang a su popularidad?

Duncan Larcombe, ex editor real del tabloid The Sun y autor de “Prince Harry, the Inside Story” conoce y estima al príncipe. “Es decepcionante para mí porque me gusta Harry y lo conozco hace mucho. Pero pareciera que hay mezquindades y mal humor desde que se casó, probablemente desde que la relación se hizo pública. Esta clase de irritabilidad puede, a lo largo de un largo período, provocarles mucho daño”, alerta Duncan Larcombe.

Los duques de Sussex son los más populares de la monarquía porque Harry es el más emocional de todos. Los contribuyentes británicos han pagado 2,4 millones de libras la remodelación de Frogmore Cottage, su nueva casa regalada por la reina, y les molesta esa inversión sin contraprestación alguna.

La tradición indica que los bautismos Royals son acontecimientos que se participan a los súbditos, a través de imágenes en la televisión y las fotos. Cada británico paga 1,24 libras para mantener a la familia real y que Meghan disfrute sus fantásticos modelos de Givenchy. Esos fondos provienen de la “Civil List”, que mantiene a la monarquía.

En las redes sociales el malestar ya se siente. Si no hay acceso de la prensa al bautismo, si no hay transparencia, no hay por qué mantenerlos, sugieren los internautas. “Que paguen ellos los arreglos de su residencia y su vida. De lo contrario, su vida es pública”, reclaman los súbditos, en una polémica que eriza a los cortesanos del palacio de Buckingham, que no logran controlar a los rebeldes Sussex. Los duques prescinden de sus consejos. Tienen su propio equipo de comunicación, con la ex jefe de prensa de Hillary Clinton como directora.

Los Cambridge siempre han abierto los bautismos de sus hijos al igual que el resto de la Familia Real al escrutinio. Bajo un glorioso día de sol en Windsor, con los royalistas esperando recibir aunque sea un gesto de la ceremonia, el príncipe William entró en automóvil manejando él junto a Kate, por una puerta discreta de Windsor, para llegar al bautismo. Los hijos no estaban en el automóvil. El príncipe Carlos y su esposa Camilla llegaron en helicóptero y descendieron en el interior del palacio. Si la tradición se respeta, el bautismo habría sucedido entre las 5 y las 7 de la tarde, hora británica.

Harry y Meghan prefieren otro estilo para su vida Royal. Chris Allerton, su fotógrafo personal, suministrará a la prensa algunas imágenes tras el bautismo, que nadie sabe a qué hora exacta se llevará a cabo, en el área privada de la capilla Windsor de la soberana. Tampoco se sabrá el nombre de los padrinos y madrinas. Ellos han pedido el anonimato. La iglesia no es la de St George, donde Meghan y Harry se casaron sino la pequeña capilla de la reina, que alojará a los 25 invitados. Fue arrasada por el fuego en el palacio en 1992 y completamente renovada.

La ceremonia estuvo a cargo de Justin Welby, ex banquero y actual Arzobispo de Canterbury. Un té fue ofrecido a los invitados en Frogmore Cotagge, en la primera recepción a la familia y los amigos en la casa, tras la ceremonia.

La decisión de que sea privado ha generado más controversia que el bautismo mismo. Hasta ahora, todos los Royals aceptaron que fuera público porque es un “acto de fe", cuando la soberana es la jefa de la iglesia anglicana.

Archie usó el mismo vestido de bautismo color marfil royal que vistieron sus otros primos para la misma ceremonia. Es una réplica del vestido de satín y encajes, que utilizó la reina Victoria para su hija mayor y que fue usado en los últimos años. El original se remonta a 1841 y fue llamado siempre Honiton por generaciones de Royals.

Los Sussex habían planificado la ceremonia, a cargo del Arzobispo de Canterbury, para el viernes. Pero no coincidía con las largamente trabajadas agendas de la reina y el príncipe de Gales. Isabel II había proyectado visitar el Royal Stud y sus caballos en Sandringham, en la región de Norfolk, el fin de semana y el príncipe Carlos terminaba una gira en Gales, su principado. Por eso la pasaron al sábado.

Los cortesanos de Buckingham creen que la nueva pareja Royal debería haber preparado su calendario con mayor anticipación, cuando la reina finaliza su semana en su palacio de Holyrood en Edimburgo como soberana escocesa. Ella está vez voló directamente de allí a Norfolk y es una de las fechas “no negociables” de su calendario.

Para el príncipe Carlos, la urgencia era aún peor porque es uno de sus abuelos. Todos querían ver la ceremonia de bautismo concluida para partir de vacaciones de verano a sus palacios en Escocia.