Las altas temperaturas hacen que las arañas lobo del Ártico se deshagan de su alimento favorito, ayudando de manera indirecta al medio ambiente. La tundra ártica rebosa de depredadores, sólo que no los que podrías esperar: en términos de biomasa, las arañas lobo árticas sobrepasan a los lobos árticos en una proporción de por lo menos 80:1.

Ese sorprendente cálculo, que publicó la exploradora de National Geographic, Amanda Koltz, de procedimientos de la Academia de Ciencias de EEUU (PNAS), podría moldear nuestra comprensión de la forma en que el Ártico responderá al cambio climático futuro.

Su estudio revela que, en temperaturas y densidades poblacionales aumentadas, las arañas lobo árticas cambian sus hábitos alimenticios, detonando una cascada que abarca todo un ecosistema y que podría modificar la rapidez de la descomposición del permafrost que se derrite.

Arácnidos árticos

La actividad humana, en especial la emisión de gases de efecto invernadero, que atrapan el calor, está calentando el planeta, y el Ártico lo hace al doble de velocidad que el resto de la Tierra.

El calentamiento del Ártico es particularmente preocupante porque, conforme la región se torna más caliente, el permafrost -una capa helada de tierra y cosas muertas- se va derritiendo, lo que permite que los hongos y las bacterias lo descompongan. La descomposición emite gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono y metano, que aceleran más el cambio climático.

Koltz, una ecóloga especializada en el Ártico que trabaja en la Universidad de Washington, campus St. Louis, estudia no solo cómo el calentamiento climático afecta las relaciones entre los depredadores y sus presas, sino también la manera en que los cambios en tales relaciones influyen en el ecosistema más amplio. "Realmente sentía que el elemento animal podría estar faltando en esta historia", dice.

 Desde hace casi una década, los científicos han sabido que el cambio climático podría afectar a las poblaciones de arañas. Un estudio de 2009 mostró que un Ártico más caluroso, con primaveras más tempranas y veranos más largos, podría hacer que las arañas lobo se volvieran más grandes y -dado que las arañas más grandes pueden tener una mayor descendencia- más abundantes.

Las arañas lobo se comen a la mayoría de los insectos y arañas más pequeños que ellas, y también se aventuran en el canibalismo; si su población se hace muy densa, se comen unas a otras.

Sin embargo, uno de sus alimentos favoritos es un artrópodo, que se alimenta de hongos y se llama colémbolo o cola de primavera. Si las arañas lobo comen más o menos colas de primavera, ¿cómo variarán la cantidad de hongos árticos y el ritmo resultante de descomposición fúngica?

Con todo esto en mente, Koltz configuró algunos ecosistemas experimentales de 1,5 metros de ancho en el Ártico de Alaska. Durante dos veranos, ella y su equipo monitorearon la forma en que la temperatura y la cantidad de arañas cambiaron la mezcla de organismos dentro de estas extensiones no cercadas de permafrost.