El joven hispano Daniel Hernández, elevado a la categoría de héroe nacional por el presidente de EEUU, Barack Obama, se ha convertido, pese a su persistente modestia, en el gran símbolo de la valentía del tiroteo de Tucson (Arizona).

Sentado a la derecha de Obama, Hernández, un voluntario de 20 años que apenas llevaba 5 días trabajando para la congresista Gabrielle Giffords cuando se produjo el ataque, mereció un homenaje especial durante el acto en el que el presidente honró a las víctimas de la masacre.

El estudiante de la Universidad de Arizona, cuyos conocimientos de primeros auxilios fueron claves para salvar la vida de Giffords al aplicarle presión en la herida justo después del tiroteo, rechazó la noche del miércoles, en un emotivo discurso, la etiqueta de héroe que le han aplicado políticos y medios de comunicación de todo el país.

Para Hernández, los verdaderos héroes son "aquellos que se dedican al servicio público" y es preciso "reservarlo para quienes de verdad lo merecen": los médicos, los enfermeros, los profesores, los congresistas como Giffords.

"Él dice que no merece el título de héroe, pero lo es, pues atravesó el caos para ayudar a su jefa, atendiendo sus heridas para mantenerla viva", insistió Obama el miércoles, mientras la multitud se ponía de pie para dedicar una ovación al joven.

El temple que supo mantener para poder auxiliar a Giffords y evitar que se desangrara es uno de los aspectos que más elogios le han merecido, y en el que pensaron muchos cuando el presidente anunció que la congresista abrió ayer por fin los ojos.

El estudiante nacido en Tucson explicó que "todo fue muy rápido" y que su primer instinto fue "correr a socorrerla y dar presión a la herida que presentaba en la cabeza".

Hernández levantó a Giffords, la sentó correctamente para evitar el riesgo que se asfixiará con su propia sangre, y se quedó con ella pacientemente, con su mano encima de la herida, hasta que llegó la ambulancia.

El joven, que sueña con dedicar su vida al servicio público, cree en una política constructiva y en lo absurdo de los ataques diseñados para conseguir votos, una idea que subraya el llamamiento de anoche de Obama, en el que pedía avanzar hacia una nueva era política de un tono "más civilizado".

Si al calor de la tragedia, y con el foco puesto en la situación de la congresista, los medios centraron su atención en la valentía de Hernández, días más tarde empiezan a conocerse detalles sobre otros héroes de aquel día.

Una de ellas es Anna Ballis, una administrativa de 54 años que sostuvo la mano de Giffords durante un tiempo y aplicó presión en las heridas de Ron Barber, un asesor de la congresista que se recupera cada vez más rápido en el Centro Médico de la Universidad de Tucson.

"Le estamos eternamente agradecidos y Ron espera poder encontrarse con ella en los próximos días", dijo Jason Blake, uno de los familiares de la víctima.