A las 23.40 del domingo 14 de abril de 1912 -hace cien años- a bordo del Titanic se escuchó el mensaje que marcaría su trágico destino: ‘Iceberg al frente‘.

Poco después la nave se estrelló contra la inmensa masa de hielo, lo que abrió una serie de agujeros en su casco.

En poco menos de tres horas el enorme barco ya se encontraba en el fondo del Océano Atlántico.

La verdad es que en aquellos años nadie creía que ese transatlántico pudiera hundirse, tal como sucedió entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 1912 en el Atlántico Norte, horas después de chocar contra una masa de hielo flotante en una noche fría y estrellada. El hecho ocurrió durante el viaje inaugural entre Southampton (Inglaterra) y Nueva York (EEUU), muriendo 1.512 personas, a 640 km de Terranova, Canadá. ¿Hubo descuido o impericia?

Lo cierto es que el día que golpeó el iceberg, el Titanic recibió siete advertencias de fuerte presencia de hielo, incluida una del Californian menos de una hora antes de la fatal colisión. En mensaje decía: ‘Estamos detenidos y rodeados de hielo‘. El Titanic respondió diciendo ‘Silencio. Estamos ocupados‘.

Esa noche, en el salón principal del trasatlántico, la orquesta tocaba mientras los pasajeros de primera clase cenaban en medio del glamour cuando fueron sorprendidos por la fatalidad.

El Titanic, de 269 metros de eslora (longitud), llevaba entre sus pasajeros a la flor y la nata de la sociedad de aquella época, entre ellos a Benjamín Guggenhein, cuya hija fundó años más tarde el museo Guggenheim tras la muerte de su padre en el famoso barco.

Según un documental de History Channel, la mayor lucha para impedir que se hundiera el Titanic -que tenía 11 compartimientos herméticos- se libró en la sala de calderas número cinco. En el transatlántico se embarcaron 2.223 pasajeros, para los que sólo había 16 botes (con capacidad para 60 pasajeros), muchos de los cuales bajaron al mar con muy pocas personas.

Muchas de las víctimas murieron congeladas o por los golpes al lanzarse desde el barco que se iba hundiendo de punta hasta partirse en dos.

705 rescatados

Pocas horas después de ocurrida la tragedia llegó a la zona del hundimiento el RMS Carpathia, que rescató a 705 sobrevivientes que se encontraban en los botes, así como a unos 328 cadáveres que fueron encontrados flotando en la zona del desastre.

Considerado el barco más adelantado para su época, el pasaje del Titanic estaba dividido en tres categorías (primera, segunda y tercera) y tenía un salón de peluquería, de fumadores, comedor y biblioteca.

Si el Titanic hubiera tenido “una defensa permanente” en la proa quizá hubiera resistido el choque contra el iceberg que causó su hundimiento, dijo el escritor Joseph Conrad, en un artículo de 1912, denominado “Algunas reflexiones sobre el Titanic”.

Conrad explicó que la nave tenía “una tripulación de circunstancias, sin suficientes botes de salvamento, corto de personal avezado (pero con un café parisino y cuatrocientos pobres diablos como camareros), para vérselas con peligros que, digan lo que digan los ingenieros, jamás cesan de acechar entre las olas (à)”.

Entre las víctimas del naufragio más famoso de la historia se encontraba el argentino Edgardo Andrew, oriundo de Río Cuarto, quien estudiaba en Inglaterra ingeniería naval y viajaba al casamiento de su hermano en Estados Unidos.

Andrew no había podido conseguir pasajes en el “Oceanic”, a raíz de una huelga de carboneros; por lo que compró un boleto de segunda clase en el Titanic.

Desde Irlanda, la última parada que realizó el barco, Andrew le envió una carta a su prometida Josey, una postal a su familia en Córdoba y otra a su amigo Rómulo, que había viajado a Turín, Italia.

La postal fue encontrada en 1993 por la nieta de Rómulo, Elena Despósito, escondida en un libro. Decía textualmente: “Desde el barco más grande del mundo, te saluda tu amigo que va en viaje a los EEUU. Ayer salí de Inglaterra, así que no nos veremos en Londres. Tu amigo. E. Andrew”. Fuentes: Télam, Efe, Reuters