El candidato de Vox. El líder derechista, Santiago Abacal, cuando sus detractores pintaron en sus caballos consignas en su contra. Hoy está en boca de todos.

El líder ultraderechista Santiago Abascal torea a sus rivales, los desafía desde la incertidumbre de las encuestas, incapaces de predecir el alcance que tendrá Vox, partido que amenaza con convertirse en un tsunami en las elecciones generales que se celebran mañana en España.

El martes por la noche Abascal, el candidato de Vox, fue excluido por la Junta Electoral Central del último debate televiso entre los principales candidatos a la presidencia del gobierno por no tener aún representación en el parlamento nacional.

El candidato ultraderechista se presenta como la única alternativa a los "cuatro jinetes del Apocalipsis nacional", como llama al socialista Pedro Sánchez, al conservador Pablo Casado (Partido Popular), al liberal Albert Rivera y al progresista Pablo Iglesias.

El líder de Vox se frota las manos porque sabe que está ante la posibilidad de condicionar la política española en los próximos años. Vox fue toda una revelación al lograr sus primeros 12 escaños en el parlamento andaluz el pasado diciembre, en la sureña Andalucía. Ahora está en boga y los sondeos pronostican (aunque el elevado número de indecisos vuelve todo impredecible) que puede ser clave para la formación de un gobierno de derecha que desaloje al socialista Sánchez del poder.

El éxito de Vox es que es "un movimiento patriótico y cultural que defiende a España frente a los separatistas y las libertades pisoteadas por los progres", dice en pleno mitin Abascal, enemigo declarado de las "feminazis", como llama al movimiento en auge que lucha contra el machismo.

Cuatro décadas después de la transición democrática de España tras la dictadura de Francisco Franco, la extrema derecha y muchos ciudadanos descontentos con la clase política encontraron voz en Vox, un partido nacionalista español y anti-inmigración que crece en medio de una tormenta perfecta.

Pero la eclosión de Vox, que fue fundado en 2014 por disidentes del Partido Popular (PP), se explica fundamentalmente por un factor domestico: las tensiones vinculadas al conflicto secesionista de Cataluña, que reavivaron la indignación de los sectores nacionalistas españoles. Su líder, un dirigente vasco amenazado por los separatistas de ETA, era una cara nueva aunque durante 20 años vivió de la política, como concejal, diputado y finalmente en una entidad bajo la órbita de la expresidenta madrileña del PP Esperanza Aguirre, la madrina de la fundación Defensa de la Nación Española (Denaes), el germen de Vox.

Abascal se hizo famoso con su férrea oposición a los separatistas, sus críticas a la corrupción del PP y una agenda de medidas ultracatólicas y reaccionarias, como la derogación de la ley del aborto y de memoria histórica, el derecho a utilizar armas o levantar un muro contra los inmigrantes, imitando al estadounidense Donald Trump.

En la pobre región de Andalucía, una de las tasas de desempleo más altas de Europa y punto de entrada de miles de migrantes africanos, el discurso "populista" de Vox encontró un terreno fértil. Con el posterior inicio del juicio contra los líderes del fallido intento de secesión catalán de 2017 y una campaña con todos los partidos llamando a frenar a la ultraderecha, Vox entró en una espiral ascendente que nadie sabe muy bien dónde acaba.

Télam