Miles de personas se agolpan en el puerto de la capital haitiana tratando de huir en el único barco operativo que llega hasta la ciudad de Jeremie, en el noroeste. El problema es que, ante la falta de combustible, el barco lleva dos días sin hacer el servicio, según explicaron varias familias que esperan la salida de la embarcación con todos sus pertenencias tiradas en el suelo del puerto.

El último barco hacia Jeremie salió el pasado martes con 700 pasajeros, y no ha regresado por la trágica ausencia de combustible que sufre todo el país. Miles de personas se han quedado esperándolo.

Al parecer, la ciudad de Jeremie ha sido de las menos afectadas por el temblor de 7 grados Richter de pasado 12 de enero, y los congregados en el puerto son casi todos originarios de allí o tienen parientes en esa ciudad.

Además, varios cientos de personas han tomado al asalto dos barcos más que se encuentran varados en el puerto por problemas mecánicos, convirtiéndolos en su nuevo hogar al haber perdido todo en el terremoto. Ninguno de los congregados en el puerto -casi todos de origen humilde- ha recibido ayuda externa y muchos de ellos han sobrevivido desde hace ocho días a base de líquidos y caramelos, sin nada más que llevarse a la boca.

"Aquí llevo cinco días, no pude entrar en los otros barcos que salieron repletos. No he comido nada desde entonces, sólo nos han dado algo de agua’, dice Nadej, una mujer de 30 años sentada sobre tres bolsones donde guarda todas las pertenencias que pudo salvar de su casa derruida.

Hay personas que, desesperadas, han ocupado dos viejos barcos que acumulaban óxido en el puerto y han convertido las dos naves en sus casas hasta que alguien las realoje, lo que puede tardar meses vista la velocidad con que transcurre la reconstrucción en Haití.

La afluencia de personas es cada vez mayor en los últimos días, y después de que en la madrugada de ayer se haya repetido un temblor de 6,1 grados en la escala de Richter, que llenó de pánico a los habitantes de Puerto Príncipe (capital haitiana).

A las 6.03 de la mañana, justo antes del alba, un ruido sordo despertó a los que dormían y de pronto el suelo y las paredes se pusieron a temblar. Las pocas personas que se atreven a dormir bajo techo salieron huyendo a zonas abiertas, algunos semidesnudos, con el corazón en un puño.

Aunque fue la mayor réplica desde el mortal terremoto del 12 de enero, aparentemente no causó destrucción ni desaceleró la entrega de ayuda internacional. De todos modos, los haitianos huyeron de los edificios y se alejaron de las paredes durante la réplica, por temor a una repetición del sismo que puede haber matado a 200 mil personas.

"Yo duermo en el suelo. Cuando sentí este nuevo temblor, me puse a rezar; ¿qué otra cosa podía hacer? – cuenta Edualdo, de 20 años-. Fueron las mujeres las que echaron a correr".

Paulimé Wilson, un policía que duerme en la calle al lado de su casa semiderruida para cuidar los bienes que aún conserva en el interior, oyó cómo caían algunos de los muros agrietados, pero ni él, ni su familia, ni sus vecinos tienen que lamentar pérdidas ni heridas.

"Aquellas casas que no habían caído del todo, ya se terminaron de caer", cuenta Moise Petervil, representante vecinal de los barrios de Morancy y Canot, donde según él ha habido sólo algunos heridos.