El dólar cotizó ayer en Argentina a 4,24 pesos al público, para la venta, un avance de 0,47% con lo que el mes de septiembre cerró sin grandes saltos. Pero el dato clave para la economía local es que desde el 26 de julio el real, la moneda de Brasil, se devaluó un 17% lo que siembra inquietud entre los exportadores locales por el futuro del intercambio comercial. Para colmo, la fuga de divisas de la Argentina superó en septiembre los 3.000 millones de dólares y no para.

La moneda del gigante del Mercosur, después de tocar un mínimo de 2,619 unidades en diciembre del 2009, se apreció más de un 50% hasta septiembre del 2011. Una depreciación que está en sintonía con otros mercados de la región -ver infografía- lo que complica a los exportadores argentinos que pierden competitividad en los mercados internacionales, fundamentalmente porque los productos de su principal competidor en la región se venden más baratos.

Los analistas del mercado atribuyen la fuerte caída del real tanto a la carrera de los inversores hacia la moneda fuerte en el actual momento de crisis en la zona euro y EEUU, así como a las propia omisión del Gobierno brasileño ante la apreciación del dólar. Y no descartan la posibilidad de que la divisa estadounidense pueda llegar a 1,90 o hasta a 2 reales en las próximas semanas.

El Banco Central de Brasil, que en los últimos meses adquirió enormes volúmenes de divisas en el mercado para impedir una mayor apreciación del real, hasta ahora no ha realizado subastas de ventas de dólares para reducir la apreciación de la moneda estadounidense a pesar de las quejas de los industriales argentinos.

La última vez que el Banco Central comenzó a vender dólares para frenar un desplome del real fue el 8 de octubre del 2008, cuando la moneda perdió más de un tercio de su valor en dos meses y operaba en 2,44 unidades por dólar. Ahora la entidad bancaria está cómoda con un dólar a casi 1,90 o incluso a 2 reales.
Si el Banco Central interviniera vendiendo dólares, tiene mucho por vender, ya que con sus últimas compras amasó el récord de 350.000 millones de dólares en reservas.

Lo que el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff intenta es tratar de reservar a la industria brasileña ante creciente preocupación de los exportadores que habían perdido competitividad en el exterior: veían cómo se encarecían sus productos en el exterior y cómo ingresaba una ola de importaciones baratas con lo que se reducían las ganancias del intercambio comercial.

Para corregir esto, el Gobierno ya había adoptado diferentes medidas para frenar la subida del real, como el aumento de los impuestos sobre las operaciones financieras en divisas. En la misma sintonía, el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega, descartó tajantemente la posibilidad de que el Gobierno tome medidas para frenar la rápida apreciación del dólar frente al real.

En el medio, hubo y hay fuertes roces con Argentina que para salvaguardar su producción puso freno a la entradas de una serie de productos made in Brasil como lavarropas, heladeras, textiles, maquinaria agrícola, etc. Medida que recibió igual respuesta de Brasilia con trabas a las importaciones de autos. Pero la guerra comercial está lejos de terminar. Esta semana se conoció que Brasil frenó las exportaciones de galletitas y chocolates mediante la aplicación de licencias no automáticas, un mecanismo al que sistemáticamente han recurrido los dos países, y que ha levantado polvaredas.