Miedo. La comunidad árabe que vive en Barcelona teme que los atentados quiebren la paz que hasta ahora les ha brindado esta ciudad cosmopolita.


Las acciones vandálicas de protesta contra el turismo masivo en Barcelona llevadas a cabo a principios de este mes por un grupo independentista radical hicieron saltar las alarmas en torno al clima de tensión política de cara al referéndum de secesión unilateral anunciado para el 1 de octubre en Cataluña. Sin embargo, ahora, tras los atentados, los a turísticos y las autoridades temen que estos ataques frenen una actividad que represent el 15% del PBI catalán.

El ataque terrorista del 17-A, perpetrado en La Rambla, en pleno corazón turístico de la ciudad, ha situado a Barcelona en la misma tesitura que han tenido que afrontar otras capitales europeas como París, Londres o Bruselas en los últimos años: la de convertirse de la noche a la mañana en un destino de riesgo.
Los precedentes invitan a la incertidumbre. Los análisis realizados sobre el impacto de este tipo de atentados sobre el turismo indican que, al menos en el corto plazo, éstos tienen un impacto significativo sobre la afluencia de turistas y sobre el desempeño económico de las ciudades que los sufren.

París perdió 1,5 millones de turistas en 2016 tras las acciones terroristas sufridas por la ciudad el año anterior. Es cierto que los datos resultaron mejores que las previsiones y que las reservas hoteleras solo cayeron un 4,7%, cuando se había previsto un 6%, y la afluencia de turistas internacionales se redujo un 8,8%, cuando se preveía un 10%, pero eso no evitó que la economía de la ciudad se dejara 1.300 millones de euros por el camino.

Según un estudio de la Universidad Jaume I sobre el particular, los expertos han acreditado que tras un atentado terrorista la primera reacción de los turistas suele ser intentar abandonar el lugar. Tras los atentados de Túnez, 2.500 turistas extranjeros se presentaron en los aeropuertos para embarcar rumbo a sus países de origen. No solo ocurre esto, también se cancelan reservas y el destino nota una caída de la afluencia de turistas en los meses siguientes.

La Organización Mundial del Turismo aseguraba a principios de 2016 que el terrorismo era el factor que más pesaba en la opinión de los turistas a la hora de elegir un destino y que nada menos que un 25% de las personas que viajan a otros países deciden dónde viajar en función de cuestiones relacionadas con la seguridad.

Éste es el contexto general que afrontará Barcelona en los próximos meses. Un potencial antídoto para el debate suscitado este verano sobre el modelo turístico, pero también una amenaza para una economía que casi una sexta parte depende de este sector que da empleo a cerca de 14.000 personas en la ciudad.
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes a 2016, indican que Barcelona recibió 7,48 millones de visitantes, de los cuales más de 5,9 millones vinieron de fuera de nuestras fronteras. Desde 2009 la afluencia de turistas no ha dejado de crecer y de dejar cada vez más y más recursos económicos en la ciudad.