Al menos 35 personas murieron y más de cien resultaron heridas ayer cuando un atacante suicida estalló una bomba en el mayor aeropuerto de Moscú, atentado por el que el presidente Dmitri Medvedev declaró el estado de alerta máxima en aeropuertos y estaciones de trenes rusas.
El ataque, que según las primeras investigaciones lleva la marca de los militantes que luchan por la creación de un Estado islámico independiente en la región del norte del Cáucaso, ocurrió a las 10.40 (hora Argentina) en el aeropuerto de Domodedovo, el más grande Moscú y de mayor tráfico del país.
Medvedev, que definió a la insurgencia en el Cáucaso del Norte como la mayor amenaza para la seguridad rusa, ordenó un "régimen de seguridad especial" en estaciones de tren y aeropuertos y advirtió que los autores "serán perseguidos y castigados". El mandatario aplazó su viaje al Foro Económico Mundial que se reúne esta semana en Davos (Suiza), en momentos en que la OTAN, "conmocionada" expresaba su "solidaridad" con Moscú.
Por su parte, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, prometió una rápida ayuda a las víctimas del atentado perpetrado ayer, mientras que, la ministra de salud rusa, Tatjana Golikova, recorrió los hospitales donde fueron trasladados los heridos, entre los que se encuentran extranjeros: una actriz eslovaca, un italiano y un ciudadano francés. Las autoridades rusas informaron también la muerte en el atentado de un ciudadano británico.
Hasta el momento ningún grupo se adjudicó la responsabilidad por el ataque, pero decenas de usuarios de internet, escribiendo en ruso, condenaron el ataque suicida en el sitio islamista no oficial kavkazcenter.com.
Analistas creen que los rebeldes están planeando intensificar su campaña violenta mientras el país se prepara para las elecciones presidenciales del 2012. En los últimos meses, los rebeldes prometieron aumentar su violenta campaña en el corazón de Rusia en el 2011, atacando blancos importantes.
La segunda intervención militar rusa en Chechenia hace 12 años terminó con la guerra en esa pequeña república separatista, pero la rebelión se extendió en todo el Cáucaso ruso y desestabilizó a la región.
Putin, que hoy comparte el poder en un "tándem" con el menos influyente Medvedev, puso en juego su reputación política al intentar combatir a los rebeldes en el Cáucaso, de mayoría musulmana.
Lanzó una guerra a fines de 1999 en Chechenia para derribar al Gobierno secesionista. La campaña logró su objetivo inmediato y le ayudó a ganar la presidencia meses después. Pero, desde entonces, la insurgencia se ha expandido a las áreas vecinas de Ingushetia y Daguestán. Doce años después, y a pesar de la imposición de un poder pro-ruso en Grozny, la rebelión abraza ahora la causa del islam radical y está llevando su lucha a toda la región del Cáucaso.
Analistas estiman que la pobreza y la corrupción crean un terreno fértil para las acciones armadas y permiten a grupos islamistas reclutar con mayor facilidad a los jóvenes de la región. Por su parte, los defensores de los derechos humanos denuncian regularmente la arbitrariedad y la brutalidad de las fuerzas especiales rusas, acusándolas de actuar tanto contra los civiles como contra los rebeldes.