El papa Francisco presidió ayer el funeral del papa emérito Benedicto XVI, tocando con ternura el féretro de su predecesor mientras se apoyaba en un bastón ante decenas de miles de dolientes, algunos de los cuales pidieron que el difunto pontífice fuera canonizado.
La muerte de Benedicto el sábado puso fin a una década de convivencia en el Vaticano entre el Sumo Pontífice anterior y el actual, y fue la primera vez en más de 200 años que un Papa lideró el servicio de su predecesor. Su muerte fue una pérdida para los conservadores que anhelaban un retorno a una Iglesia más tradicional simbolizada por Benedicto, que conmocionó al mundo en 2013, al convertirse en el primer Papa en 600 años que renunció en lugar de reinar de por vida.
Al final del funeral en la plaza de San Pedro, algunas personas gritaron en italiano ‘Santo Subito!’ (¡Hacedle santo ya!). Fue la misma frase utilizada en el funeral de Juan Pablo II en 2005, aunque entonces por mucha más gente. Si bien tres de los últimos cinco Papas han sido canonizados, sólo un tercio de todos los pontífices lo ha sido en los 2.000 años de historia de la Iglesia.
Francisco, que permaneció sentado la mayor parte de la misa debido a una dolencia en la rodilla, se levantó al final, mientras el féretro de Benedicto XVI era trasladado a un entierro privado en la Basílica de San Pedro. Inclinando la cabeza en una oración silenciosa, Francisco tocó brevemente el ataúd.
Francisco, de 86 años y quien se desplaza en silla de ruedas -con viajes previstos a Africa y Portugal en los próximos meses-, tiene un año más que la edad que tenía Benedicto XVI cuando se retiró. El propio Francisco ha dejado claro que no dudaría en renunciar algún día si su salud mental o física le impidiera desempeñar sus funciones, pero los funcionarios del Vaticano siempre dudaron de que pudiera hacerlo mientras Benedicto viviera.
La misa comenzó cuando, al son de las campanas, 12 portadores del féretro sacaron el ataúd de madera con los restos de Benedicto XVI de la basílica y lo depositaron en el suelo ante la iglesia más grande de la cristiandad. La última vez que un Papa reinante había presidido el funeral de un predecesor fue en 1802, cuando Pío VII dirigió el servicio por Pío VI, cuyo cuerpo regresó al Vaticano tras morir en 1799 en el exilio.
En su homilía, leída sentado ante el altar, Francisco utilizó más de una docena de referencias bíblicas y escritos de la Iglesia en los que parecía comparar a Benedicto con Jesús, incluyendo sus últimas palabras antes de morir en la cruz: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’.
Sólo mencionó a Benedicto una vez, en la última línea, diciendo: ‘¡Benedicto, fiel amigo del Esposo, (Jesús) que tu alegría sea completa al escuchar su voz, ahora y siempre!’. Tras la ceremonia fúnebre, el féretro fue trasladado al interior de la basílica y recubierto de zinc antes de ser sellado en un segundo ataúd de madera. A petición suya, Benedicto XVI fue enterrado en las grutas subterráneas del Vaticano, en el nicho donde fueron enterrados primero Juan XXIII y después Juan Pablo II, antes de que sus restos fueran trasladados a lugares más prominentes de la basílica.