La larga y turbulenta lucha sobre una reforma histórica al sistema de salud que impulsa el presidente de EEUU, Barack Obama, enfrenta hoy una votación clave en la Cámara de Representantes que comenzará a definir la suerte del proyecto y el rumbo del gobierno demócrata en un año electoral.
La urgencia de Obama de someter a votación el proyecto, que divide aguas entre los propios habitantes estadounidenses, llevó a pactar la votación para un día domingo. No será la primera vez que el Congreso de EEUU trabaje un domingo, pero no deja de ser significativo comparado con lo que sucede en otros países, incluida Argentina donde el Senado aún no pudo abrir su período de sesiones ordinarias 2010 por falta de quórum en dos intentos.
El resultado de la votación en la Cámara baja es aún incierto. Los propios demócratas reconocen que todavía no cuentan con los 216 legisladores necesarios para aprobar el proyecto, pese a que al menos seis miembros de la bancada oficialista han cambiado su opinión y apoyan ahora la medida.
Obama ha concentrado prácticamente toda su presidencia en lograr la aprobación de su prioridad en materia de política interna, ante la dura y unánime oposición de los republicanos, quienes consideran que el plan equivale a que el gobierno se haga cargo de la atención a la salud, un hecho que agravará el déficit y elevará los impuestos.
El programa de reforma de salud incidiría en la vida de casi todos los estadounidenses y reformaría una sexta parte de la economía del país. Por primera vez, los estadounidenses tendrían que tener seguros de atención médica y enfrentarían sanciones si se niegan.
Estados Unidos es la única potencia industrializada que carece de un plan amplio y nacional de atención a la salud.
Obama, quien pospuso un viaje a Indonesia y Australia para amarrar la aprobación de la iniciativa de reforma, dedicó los últimos días a dar impulso a su plan con ataques a las empresas aseguradoras, sin saco y con la camisa remangada.
También defendió la reforma con viajes y presentaciones por todo el país, reuniones con médicos, enfermeras y pacientes y hasta en una "cumbre" con legisladores demócratas y republicanos. Y ayer volvió a animar a sus legisladores en un mitin en Virginia.
Bajo un complejo y controversial procedimiento vislumbrado por los demócratas, una sola votación se realizaría en la Cámara de Representantes para respaldar una iniciativa aprobada el año pasado por el Senado, lo mismo que una segunda medida, con una serie de correcciones realizadas en las negociaciones con la Casa Blanca.
Luego, el Senado utilizaría un proceso conocido como "conciliación", para aprobar la medida de correcciones, que requiere sólo de una mayoría simple de 51 votos entre 100 miembros, evitando las tácticas dilatorias de los republicanos.
La reforma, que se implementará en 10 años busca extender el acceso a la atención médica a 32 millones de estadounidenses, la mayoría de bajos recursos, impedir que las prepagas denieguen cobertura por enfermedades previas y recortar el déficit en más de un billón de dólares.
Desde 2014, la mayoría de los estadounidenses estarán obligados, por primera vez, a afiliarse a una prepaga, bajo pena de multas.
Millones de familias con bajos o medianos ingresos recibirán ayuda del Estado para costar la cobertura, mientras que las grandes empresas serán multadas si no ofrecen una cobertura de calidad a sus empleados.
"Se hará historia y haremos progresos aprobando esta ley", dijo ayer la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, al presentar la versión final del proyecto que el oficialismo someterá a votación hoy, que introduce modificaciones destinadas a recabar el apoyo de detractores.