Japón pareció ayer estar perdiendo su lucha contrarreloj para enfriar los reactores de la planta nuclear de Fukushima donde se registró una importante fuga radioactiva a niveles peligrosos para la salud lo que abrió paso a una huida masiva de Tokio. Mientras, la intensa ola de frío, con abundante caída de nieve, sometía a otra dura prueba a los equipos de rescate en las zonas devastadas por el tsunami.

El deterioro de un reactor tras otro en la central de Fukushima siguió alimentando el temor a un desastre nuclear, sin que los desesperados intentos para controlar una fuga radiactiva abrieran un resquicio a la esperanza.

La gravedad de la situación llevó al emperador Akihito a dirigir a los japoneses el primer mensaje por televisión de sus 22 años de reinado para pedirles que resistan y se ayuden en esta crisis sin precedentes, tras un terremoto y un tsunami que han causado al menos 12.000 muertos o desaparecidos.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó ayer que están dañados los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 de la central nuclear de Fukushima Daiichi".

Antes, y después de innumerables especulaciones, el portavoz del Gobierno japonés, Yukio Edano, reconoció que el nivel de radioactividad esparcida "podía causar daños a la salud humana".

La radiactividad en la zona llegó a alcanzar un alarmante nivel de 10.000 microsievert contra los 500 permitidos, lo obligó a evacuar temporalmente a los empleados de la central lo que frustró el enfriamiento con agua de mar.

Irse a cualquier precio

Cientos de habitantes de Tokio hicieron ayer cola en aeropuertos y estaciones de trenes y subtes para alejarse de la capital. El éxodo obligado ha forzado a las aerolíneas a acelerar sus vuelos para intentar evacuar a todos los pasajeros que querían irse de Japón, entre ellos un grueso número de extranjeros, especialmente europeos.

En tanto, entre los tokistas, que huyen para proteger a sus hijos, no sólo buscaron salir del país, otros se trasladaron en tren a a otras ciudades, como Osaka, donde el riesgo radioactivo es lejano. El resto se recluyó en sus casas.

Los restaurantes de sushi que suelen estar colmados de oficinistas estaban vacíos, muchas escuelas permanecían cerradas y las compañías permitían a sus empleados trabajar desde sus casas.

Muchos residentes almacenaron alimentos y se quedaron en sus hogares, transformando a una de las ciudades más grandes y densamente pobladas del planeta en un espectro de su imagen habitual.

El gobierno pidió a la población que no haga más acopio de combustible del necesario y se comprometió a distribuir toneladas de arroz, para evitar problemas de abastecimiento en el área devastada por el sismo.

La escasez de gasolina se acentúa en las zonas más afectadas por el terremoto y el tsunami del día 11, lo que entorpece las tareas de rescate y la evacuación, mientras en otros puntos del país la gente llena bidones como medida de precaución.

Lo mismo ocurre con los alimentos, cuya compra desmesurada ha dejado algunos estantes vacíos en supermercados de ciudades como Tokio.

La catástrofe del 11 de marzo dejó sin casa al menos a 530.000 personas, que se encuentran alojadas en 2.600 tiendas de campaña provisionales.