La enfermedad de Parkinson asociada siempre a trastornos como el temblor corporal, la lentitud de los movimientos o la rigidez muscular también puede aparecer con síntomas no motores, como el transtorno del sueño, la pérdida del olfato o la depresión, cuyo tratamiento puede demorar el avance de esa patología que degenera las neuronas.
Así lo advierten especialistas españoles y argentinos que aconsejan poner atención a los síntomas no motores que pueden anunciar al Parkinson con motivo de celebrarse mañana 11 de abril el Día Mundial de la lucha contra esta enfermedad.
El doctor Eduard Tolosa, jefe del servicio de Neurología del Hospital Clínico de Barcelona, explicó que un estudio realizado por la unidad de sueño de ese hospital con 43 personas con trastornos del sueño en la fase rem reveló que el 30 por ciento de ellas habían desarrollado al cabo de tres años la enfermedad.
Para este neurólogo, el insomnio, las pesadillas y otros síntomas como el estreñimiento y la disfunción eréctil pueden servir para hacer un diagnóstico precoz de la enfermedad hasta diez años antes de que se manifiesten los temblores y también para iniciar el tratamiento de forma precoz y dar más calidad de vida al paciente.
Tolosa reclamó además terapias complementarias como psicoterapia, fisioterapia y logopedia, que actualmente no se ofrecen a estas personas y que sirven para mejorar el día a día de los enfermos.
El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente entre las personas de más de 65 años, un trastorno degenerativo y lentamente progresivo del sistema nervioso que se caracteriza por temblores, lentitud en la iniciación de movimientos y rigidez muscular.
Eduard Tolosa recordó que actualmente hay estudios para mejorar el diagnóstico premotor e instaurar un tratamiento precoz antes de que aparezcan los síntomas motores.
Aunque esta enfermedad tiene especial incidencia durante la tercera edad, hasta un 20% de los pacientes se diagnostican antes de los 40 años.
La genética juega un papel fundamental en la lucha contra la enfermedad ya que se estima que en el 30% de los enfermos tiene un origen genético, cifra que llega al 50% en el caso de los jóvenes.
Puntualizó, sin embargo, que todavía se desconocen muchos aspectos de la enfermedad y no se descarta que pueda tener incluso un origen infeccioso en los priones, con estudios ya en marcha que investigan en esta dirección.
Respecto a los tratamientos actuales, Tolosa reconoció que en los últimos diez años ha habido pocos adelantos porque los estudios se han centrado en la dopamina, y no existe ningún modelo animal con Parkinson con el que se pueda trabajar.
Anabel Chade, neuróloga coordinadora de la Unidad de Movimientos Anormales del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro de Buenos Aires, remarcó que "el diagnóstico precoz y el tratamiento temprano del Parkinson mejora la calidad de vida".
Por su parte, Tomoko Arakaki, neuróloga de la unidad de Movimientos Anormales del Hospital Ramos Mejía, señaló que "aunque no hay una cura de la enfermedad de Parkinson, se puede encarar un tratamiento multidisciplinario de sus síntomas teniendo siempre como médico de cabecera al neurólogo".
En ese sentido, aclaró que "no está aprobado aún para el tratamiento de Parkinson el uso de células madres y la cirugía tampoco es una solución, sino que ayuda en algunos casos, en el tratamiento de alguna sintomatología".