El Sínodo aprobó ayer con mayoría de dos tercios los 94 puntos de su documento final, en el que, entre otros aspectos, se abre la vía a estudiar caso por caso (figura conocida como “discernimiento”) a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar. Ese documento pide, además, en la única referencia que se hace en el texto a los homosexuales, evitar la “injusta discriminación” a las personas con esa tendencia.
El documento final del sínodo ofreció algo de esperanza para la
reintegración plena a la Iglesia de algunos católicos que se divorcian y vuelven a casarse en ceremonias civiles. Bajo la doctrina actual católica, no pueden recibir la Comunión a menos que se abstengan del sexo con su nueva pareja, porque su primer matrimonio sigue siendo válido a ojos de la Iglesia y se considera que viven en adulterio.
El documento habló del denominado “fuero interno”, por el que
un sacerdote u obispo podrían trabajar con un católico que se ha divorciado y vuelto a casar para decidir de forma conjunta, privada y caso por caso si él o ella pueden ser reintegrados por completo; además se analizarán otras circunstancias como el comportamiento hacia los hijos durante el divorcio, si hubo intentos de reconciliación, la situación del otro cónyuge y las consecuencias de la nueva relación para el resto de la familia.
El resultado de la reunión de tres semanas en el Vaticano, denominada sínodo y presidida por el papa Francisco, significó una victoria para los progresistas en el espinoso asunto de los que se casan de nuevo; pero también fue un triunfo para los conservadores en lo tocante a la homosexualidad.
El documento final del sínodo reafirmó las enseñanzas católicas de que los gays no deben ser discriminados por la sociedad, pero reiteró la postura de que “no hay ningún fundamento” para el matrimonio entre personas del mismo sexo, que “no puede ser ni remotamente” comparado con las uniones heterosexuales.
El texto indicó, asimismo, que la asamblea decidió evitar un lenguaje abiertamente controvertido y que buscó consenso para no estancarse en los asuntos más sensibles, dejando que el Papa lidie con los detalles.
En un discurso crítico con el ala más conservadora del Vaticano, Francisco dijo que los líderes de la Iglesia debían enfrentar los temas difíciles “sin esconder la cabeza en la arena”.
El Papa dijo que el sínodo había “dejado al desnudo los corazones cerrados que frecuentemente se esconden incluso detrás de las enseñanzas de la Iglesia o de las buenas intenciones, con el fin de sentarse en la silla de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, casos difíciles y familias heridas”.
El sínodo es un órgano consultivo que no tiene poder para alterar la doctrina de la Iglesia. El Papa, que tiene la última palabra sobre los cambios y ha pedido una iglesia más compasiva e integradora, puede usar el material para escribir su propio documento, conocido como una Exhortación Apostólica.

