Los portugueses acuden este domingo a las urnas para elegir nuevo presidente con la mirada puesta en la peor crisis financiera que azota el país, situado desde principios de año bajo la intensa presión de los mercados. En este contexto, dos viejos rivales de la política, el conservador y actual jefe del Estado Aníbal Cavaco Silva y el socialista Manuel Alegre, volverán a disputarse la Presidencia.

Cinco años después de aquel otro duelo electoral, la pugna por el poder sigue siendo la misma entre socialistas y socialdemócratas, los dos partidos que han dominado la democracia portuguesa desde que fue instaurada por la Revolución de los Claveles de 1974.

Pero el escepticismo de los inversores sobre el estado de las cuentas lusas, y especialmente por lo elevado de su déficit público, se ha convertido en el protagonista de la contienda electoral, lo que ha servido para poner a los candidatos de acuerdo en su rechazo a un hipotético rescate de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Los rumores en torno a la posibilidad de que Portugal tuviese que recurrir a la ayuda externa se dispararon este mes cuando el país volvió a pagar más de un 7% de interés por su deuda a diez años, tal y como ya hiciera en noviembre, más de cuatro puntos por encima de la penalización sobre la deuda alemana.

La crisis de la deuda soberana provocó la reacción de los candidatos, entre ellos el actual presidente y favorito a la reelección, Aníbal Cavaco Silva, que cargó las tintas contra el Ejecutivo socialista encabezado por el primer ministro José Sócrates por gastar más de la cuenta.

El presidente luso fue el más moderado en su rechazo a la intervención externa y se negó a "insultar" o menospreciar a bancos y mercados por incrementar su presión sobre Portugal.

Un día después, el candidato conservador -apoyado por su formación el Partido Social Demócrata (PDS) y el democristiano CDS-PP- volvió a agitar el fantasma del rescate al advertir del estallido de "una grave crisis" en el plano económico, social y político.

Ante este turbio panorama, Cavaco Silva se postula como el garante de la estabilidad del país, también de cara a los mercados, y esgrime su experiencia en el cargo como argumento para intentar recabar más del 50% de los votos en los comicios, y evitar así la segunda vuelta. Pero Alegre, ha elevado el tono de sus críticas a medida que ha ido avanzando la campaña y consideró a Cavaco como un obstáculo para la recuperación económica del país, al acusarle de torpedear las decisiones adoptadas por el Ejecutivo y de defender las tesis del principal partido de la oposición, el PSD.