Una crisis cambiaria, focos de desabastecimiento, inflación desbocada y una severa recesión económica están deteriorando la confianza de los mercados en la economía venezolana y poniendo en jaque al modelo socialista del presidente, Hugo Chávez. Escasean las medicinas, todo tipo de repuestos, electricidad, etc. Pero, lo que más siente la gente es la falta de alimentos.
Leche, no hay; harina de maíz, tampoco; margarina, aceite de maíz, azúcar y carne de res, brillan por su ausencia. Por eso, ir al mercado en Venezuela supone emprender un largo recorrido.
Los anaqueles de los supermercados, abastos y hasta locales estatales dan cuenta de una escasez intermitente desde hace tiempo, levantando críticas sobre la promocionada "soberanía alimentaria" de la revolución socialista de Chávez.
Cada vez más venezolanos se quejan de que tienen que ir de un mercado a otro para adquirir un grupo importante de alimentos básicos y afirman que la variedad de marcas y presentaciones es cada vez menor. Así que hay que conformarse.
"Faltan muchos productos, sobre todo el azúcar, arroz, harina Pan (de maíz precocida) y se consigue lo que haya pero lo que uno en realidad quiere consumir, no lo consigue", dijo Glenia Ebrat, una ama de casa de 64 años, que acudía al mercado en una urbanización de clase media en Caracas.
En ningún lado
El encargado del local, Juan Capontes, dijo que la oferta por parte de los distribuidores ha disminuido en algunos rubros y que cuando los productos llegan vuelan de los estantes. Por el contrario, los precios suben como la espuma.
"¿La inflación? Eso sube todos los meses. Es fácil echarle la culpa al comercio, pero si a mí me venden barato yo vendo barato pero si me venden caro yo vendo caro", dijo, respondiendo a las acusaciones de algunos funcionarios que dicen que los altos precios son culpa de la especulación.
Los venezolanos, que viven sobre una de las reservas petroleras más grandes del mundo, están azotados por la mayor inflación del continente y una de las más altas del mundo, en momentos en que la economía está hundida en una recesión.
La inflación anual de los alimentos en 2009 fue del 23%, poniendo cada vez más presión en los bolsillos de la gente. Y pese a que el presidente Chávez suele asegurar que su país será una "potencia mundial", algunos de sus proyectos banderas para hacerlo muestran que está lejos de ello.
"Allí hace falta de todo. Sólo hay arroz y café", se quejó José Rodríguez saliendo de un PDVAL (mercado estatal), donde predominaban los anaqueles vacíos y las carencias eran disimuladas con latas de leche condensada.
Sí había un poco de café, frijoles negros, harina de maíz, arroz y atún enlatado, pero las neveras estaban vacías: sin leche, embutidos, ni queso y las verduras y hortalizas estaban más que mustias.
"A mí me gustaría que el presidente viniera a ver qué es lo que está pasando realmente en PDVAL. No hay casi nada. El pollo viene a veces y la carne casi nunca", dijo una de las trabajadoras del mercado, que pidió el anonimato.
La carne de la discordia
En las últimas semanas la ausencia de carne de res se ha hecho visible. Los carniceros aseguran que los mayoristas les venden el producto por encima del precio regulado (17,6 y 11,9 bolívares de primera y segunda clase, respectivamente) y que ellos no pueden soportar las pérdidas.
En la mayor parte de las carnicerías y mercados, la carne cuesta el doble del precio regulado (a 14 dólares), pero el reciente arresto de unos quince carniceros en una instalación militar, acusados de especular, desató el temor del sector.
Funcionarios dicen que están librando una batalla contra los acaparadores, que acumulan inventarios y luego venden los productos con sobreprecio en el comercio informal.
"No estoy vendiendo carne regulada porque pierdo un dineral y tampoco la vendo más cara porque resulta que ahora hasta puedo ir preso. Venderé sólo pollo y algunos cortes de cerdo", dijo un carnicero.
Varios de ellos aseguraron haber sido extorsionados por funcionarios del instituto de defensa del consumidor que piden "propinas" de al menos 500 dólares o algunos kilos de carne.
Para paliar la situación, el Gobierno dijo que importará unas 30.000 reses mensuales desde Brasil, lo que ha sido visto por algunos sectores como un nuevo golpe a la producción nacional para privilegiar a países amigos del presidente.