La operación del comando de elite estadounidense que acabó con la vida del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden la noche del domingo, en una mansión cerca de Islamabad en Pakistán, se llevó a cabo con una gran precisión y una espectacularidad digna de un guión de Hollywood.
El pistoletazo de salida se recibió el viernes por la mañana, cuando el presidente de EEUU, Barack Obama, firmó antes la autorización para que un pequeño grupo de soldados de la Fuerza de Operaciones Especiales de la Marina (SEALS) intentara capturar a Bin Laden, vivo o muerto.
Los datos de Inteligencia no se compartieron con ningún otro país, ni siquiera con Pakistán, para no comprometer la operación.
Todo había comenzado seis meses antes, la CIA había conseguido localizar al emisario de confianza de Bin Laden, de quien hasta entonces se desconocía hasta el nombre y del que se sospechaba que se ocultaba junto a su jefe.
El emisario residía en un edificio de tres pisos con aspecto de fortaleza, en un amplio complejo valorado en un millón de dólares en Abbottabad, en las cercanías de Islamabad y claramente construido para albergar a un objetivo mucho más valioso que un simple correo: tenía dos puertas de seguridad, espesos muros de seis metros de altura rematados con alambre de púas y el edificio no contaba con conexión telefónica ni internet.
Por cuatro años la inteligencia de EEUU había estado tras los pasos de este emisario, uno de los hombres de mayor confianza de Bin Laden, que según agentes estadounidenses fue identificado por hombres capturados tras los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Poco a poco, los agentes de la CIA se convencieron de que quien se encontraba en el interior de la mansión era el propio "número uno" de Al Qaeda.
Obama encabezó no menos de cinco reuniones con su consejo de seguridad nacional para analizar los datos recabados por los servicios de Inteligencia antes de dar luz verde a los comandos.
Bin Laden fue finalmente encontrado -más de nueve años y medio después de los atentados contra las torres gemelas-. Para la operación se utilizó un pequeño grupo de hombres y dos helicópteros.
Los nervios quedaron a flor de piel cuando uno de los dos helicópteros sufrió un problema técnico.
Pudo aterrizar en el complejo, pero ya no pudo moverse por lo que lo cubrieron con una carpa para no ser descubiertos. Inmediatamente después, el plan se puso en marcha.
El grupo comando entró en la residencia sin tener una idea exacta de lo que iba a encontrar.
Al ser conminados a entregarse, los terroristas optaron por abrir fuego y así comenzó un breve, pero intenso tiroteo. Según John Brennan, máximo asesor sobre terrorismo de Obama, el propio Bin Laden utilizó como escudo humano a una de sus esposas, que resultó alcanzada por las balas.
Fuentes del Congreso informadas por la Casa Blanca, Bin Laden murió de un disparo en la cabeza mientras se resistía con armas a su captura.
Murieron otros tres varones, identificados provisionalmente como uno de los hijos adultos del líder de Al Qaeda; el correo que sirvió para localizar al líder terrorista y al hermano de éste. Dos mujeres quedaron heridas.
La residencia de Bin Laden, calificada como una mansión por funcionarios estadounidenses, era la cuarta de una línea de una decena de casas. Había una antena parabólica en el techo de la casa, que estaba rodeada por altos muros.
Imágenes de televisión desde el interior de la casa mostraron manchas de sangre esparcidas por el suelo cerca de una cama.
El comando utilizó el helicóptero que quedaba operativo para abandonar el complejo y llevarse el cadáver de Bin Laden. En total, la operación duró apenas cuarenta minutos.
Todos salieron en un aparato. El otro se quedó en el lugar.
A posteriori, se informó de la operación a las autoridades paquistaníes, que se hicieron cargo del complejo.
Antes de lanzar al mar el cadáver de Osama, los comandos tomaron muestras de ADN del terrorista con las que comprobaron su identificación.

