Una vez más un fuerte terremoto ha golpeado a los hermanos chilenos, las regiones del centro y sur del país son, sobre todo, las más afectadas. Nuestra ayuda a todo tipo de damnificados debe ser inmediata y lo más completa posible, esta reacción es la más lógica frente a seres humanos que enfrentan una desgracia, pero lo debe ser mucho más cuando el afectado es el pueblo chileno. Precisamente si alguien fue rápido en reaccionar cuando sufrimos la catástrofe sísmica de 1944, fue el conjunto de la sociedad chilena. Inmediatamente se organizaron colectas populares para ayudar a los afectados, y el domingo 16 de enero, al día siguiente de nuestro drama, ya estaba aterrizando un avión militar chileno trayendo ayuda. Y desde entonces todas las jornadas siguientes llegaba un avión trayendo esperanza desde el otro lado de la cordillera.
El quinto vuelo, el del día jueves 20 de enero, partió de Santiago con una carga de medicamentos y leche fresca en damajuanas, la leche en polvo todavía era un producto casi desconocido. La tripulación estaba compuesta por el Capitán Eduardo Lazo como piloto, el teniente Eduardo Bischoffshausen, copiloto, el mecánico Fernando Mella y Alberto Pulido como representante del gobierno chileno. El avión era un Lockheed Lodestar, de los cuales Chile había adquirido cuatro en 1943. Se los conocían como 501, 502, 503, 504. El Lockheed Lodestar 503 es el que se desplaza hasta San Juan.
Como entonces era habitual, el aparato realizó una escala técnica en el aeropuerto de El Plumerillo en Mendoza, allí el Capitán Lazo fue informado de que había más de 2.000 heridos sanjuaninos que ya eran atendidos en hospitales mendocinos, por lo que se le solicitó que descargase allí los medicamentos que se transportaban. Esto se realizó inmediatamente y como entonces quedaba espacio libre se autorizó a subir al avión y seguir vuelo hasta San Juan a un conjunto de enfermeras y médicos sanjuaninos. No bien Lazo hizo despegar el aparato, la carga de damajuanas de leche se desestibó, es decir se desprendió de los cordones que las sujetaban, lo que provocó un desequilibrio que hizo entrar al avión en tirabuzón y estrellarse contra el suelo. Todos murieron.
Al conocerse la noticia la conmoción en San Juan fue enorme, al luto por los fallecidos en el terremoto, se sumaban aquellos que murieron en su afán de ayudarnos. En Chile la pena fue también muy grande porque tanto Lazo como Bischoffshausen eran pilotos muy conocidos y respetados, ambos con muchas miles de horas de vuelo en sus espaldas.
Si se lee la edición del diario El Mercurio del viernes 21 de enero de 1944, es decir al día siguiente del accidente aéreo, una emoción muy grande sacude el alma, pues en primera página un titular anuncia: "Accidente de fatales consecuencias sufrió un avión chileno que prestaba auxilio a víctimas del terremoto de San Juan", y un poco más abajo otro que anuncia: "Ayuda de Chile a los damnificados de San Juan", por lo que el esfuerzo siguió imperturbable en su afán de auxiliarnos.
En nuestras ciudad hay barrios que llevan el nombre de Capitán Lazo, Mecánico Mella, Dr. Hugo Bardiani, o Enfermera Medina que fueron algunos de los sanitaristas que también fallecieron. De otros nos hemos olvidado y para corregir este olvido nos hemos puesto en contacto con el General Bosco Pesse, quien es el militar chileno que comandó los soldados que hace unas semanas atrás cruzaron la cordillera siguiendo los pasos de José de San Martín. Estamos trabajando en un nuevo recordatorio que haga centro sobre todo en la figura del copiloto Eduardo Bischoffshausen del cual no hay ningún recuerdo en nuestra ciudad. Nunca es tarde para rendir homenaje a quien dejó su vida por ayudarnos.
De lo que no podemos olvidarnos es que ahora, ya mismo, en Chile se está esperando nuestra ayuda.
