Nota de La Nación

Honduras vive un dejá-vù político en vísperas de unas elecciones presidenciales que parecen un calco de las peruanas y chilenas. Los acuerdos alcanzados por el Partido Libertad y Refundación (Libre) y parte de la oposición han aupado a la izquierdista Xiomara Castro como gran favorita para mañana, con todo lo que ello supone en un país que no cerró todavía las heridas provocadas por el golpe de Estado de 2009.

La candidata es la mujer del expresidente Mel Zelaya, derribado entonces por los militares y por un Parlamento que adujo “sucesión constitucional” cuando el líder entonces liberal acababa de dar un giro a la izquierda para copiar las recetas de su amigo Hugo Chávez. El objetivo de ambos era imponer una Asamblea Constituyente que los atornillara en el poder.

Zelaya se mantiene no solo como coordinador de Libre, sino también como el político de mayor peso en la izquierda hondureña.

El principal rival de Xiomara Castro es el candidato del gubernamental Partido Nacional, Nasry Asfura, alcalde de Tegucigalpa, que pretende sustituir al polémico presidente José Orlando Hernández, manchado por el narcotráfico: su hermano cumple cadena perpetua en Estados Unidos tras un proceso donde está señalado como cómplice.

Los problemas de Asfura son con la corrupción, ya que está siendo investigado por malversación de fondos públicos. Los Panamá Papers y el escándalo de la “Operación Diamante” en la vecina Costa Rica, también han señalado a “Papi a la orden”, como llaman a Asfura en la capital hondureña.

Polarización y populismo

América Latina se enfrenta así a una nueva variante de lo acontecido en Perú, con el enfrentamiento entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. “El cáncer contra el sida”, como ya había descrito Mario Vargas Llosa para presentar duelos anteriores entre izquierdistas y la hija del dictador. Un abismo de polarización y populismos de ambos extremos producto del hastío ante la corrupción y las malas artes políticas.

Incluso el tercero en liza, el liberal Yani Rosenthal, carga sobre sus espaldas una estancia de tres años en una prisión estadounidense tras ser condenado por lavado de activos. Los otros 11 candidatos no tienen mayores posibilidades.

La pelea por el poder en el país centroamericano trasciende además al escenario internacional, porque de confirmarse el cambio supondría una vendetta histórica para Nicolás Maduro. El entonces canciller de Chávez se convirtió en la sombra de Zelaya en el exilio, no solo con apoyo económico a su aliado hondureño en su pelea por retomar el poder, sino que incluso pretendió aterrizar a la fuerza con un avión de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en el aeropuerto de Tegucigalpa, con Zelaya a bordo.

Tiempo después, tras la primera derrota electoral de Xiomara Castro, Chávez situó a Zelaya al frente de la gestión del petróleo venezolano en el Caribe, como si se tratase de un funcionario más de su gobierno.

Zelaya profundizó con el tiempo su militancia revolucionaria. Incluso junto a Evo Morales, Dilma Rousseff y el colombiano Ernesto Samper firmaron su apoyo al gobierno cubano en medio de la represión contra los jóvenes rebeldes durante su desafío del 15 de noviembre.

“Este 28 de noviembre vamos a sanar Honduras del narcotráfico, la corrupción, la impunidad y del Partido Nacional”, clamó Libre durante las jornadas de reflexión que preceden a la votación.

Las últimas encuestas confirman el favoritismo de Castro, con más de 10 puntos de ventaja, aunque los sondeos que manejan los nacionales se inclinan por una lucha cerrada por el triunfo. La Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), el Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal) y Estados Unidos han apostado por unas elecciones transparentes y limpias, para que no ocurra lo de 2017, cuando múltiples fallas del sistema abonaron la tesis del fraude.

Parlamento

Además de a su presidente, los “catrachos” elegirán a 128 diputados del Congreso y a casi 300 alcaldes. Unas elecciones parlamentarias que serán determinantes en cuanto a la composición interna de la coalición opositora, donde Libre, el Partido Salvador de Honduras (PSH) y los moderados del Partido Innovación y Unidad SocialDemócrata (PINU-SD se repartirán escaños e influencias.

Salvador Nasralla, líder del PSH y candidato derrotado en presidenciales de 2017 bajo acusaciones de fraude, opta a la vicepresidencia del país tras el acuerdo de octubre con Libre. Su última intervención en CNN ha servido para que los detractores de la alianza izquierdista agiten aún más el fantasma revolucionario. “No estoy enterado de lo que pasa en Venezuela o Nicaragua”, adujo Nasralla.

Honduras y Nicaragua son países vecinos y con distintos frentes abiertos, aunque el gobierno de Tegucigalpa ha cubierto la vacunación de miles de nicas que cruzan la frontera en busca de la inmunización contra el coronavirus.

Si alguien está tranquilo de cara a las urnas de mañana, ése es el dictador Daniel Ortega, cercano ideológicamente a Zelaya y que cuenta con el respaldo del actual presidente hondureño, José Orlando Hernández.

En vísperas de la parodia electoral del 7-N, cuando casi nadie quería acercarse al régimen que había encarcelado a siete candidatos presidenciales, Hernández abrazó a su homólogo nicaragüense y firmó una serie de acuerdos como si la vida le fuera en ello.

Sin embargo, ambos países sufren carencias económicas estructurales que los sitúan a la cola continental.