EEUU celebra hoy el que hubiera sido el 100 cumpleaños de Ronald Reagan, un líder cuya huella en Washington ha calado incluso en Barack Obama, de ideología opuesta pero heredero del idealismo que revivió al país en los "80. Un siglo después de su nacimiento y treinta años desde su llegada al poder en 1981, la sombra de Reagan, fallecido en 2004 tras una larga lucha contra el Alzhéimer, sigue rondando el Despacho Oval.
Quien lo ocupa ahora representa, en teoría, todo lo contrario a lo que encarnaba el líder republicano, cuya tradición de liberalismo económico y conservadurismo social marcó una agenda que su partido aún mantiene en su oposición al Gobierno demócrata.
Pero igual que "el gran comunicador", Obama llegó a la Casa Blanca apoyado en un carismático discurso de cambio.
"Como Reagan, Obama tiene un don de habla y una personalidad que le permiten llegar directamente al pueblo estadounidense, como pudimos ver en su discurso posterior al tiroteo de Arizona", dijo el experto en presidencia Allan J. Lichtman, profesor de historia en la American University de Washington.
El líder demócrata ha enfrentado además un revés similar al que vivió el republicano a mitad de su primer mandato, en unas elecciones legislativas determinadas por la frustración económica y el alto índice de desempleo.
"En el caso de Reagan, la economía acabó recuperándose, su popularidad remontó y ganó fácilmente la reelección en 1984. Obama parece estar siguiendo un camino similar", aseguró Lichtman.
Una de las claves para forjar ese camino parece estar en las lecciones aprendidas del ícono republicano, como demostró Obama en su reciente discurso del Estado de la Unión, cuajado de propuestas dignas de Reagan como la congelación de los gastos prescindibles y de los sueldos federales.
Para Stephen Hess, ex asesor de los presidentes Dwight Eisenhower y Richard Nixon, fue el "tono optimista" que Obama utilizó en ese discurso el que le acercó a Reagan, quien solía repetir una y otra vez su fe en el destino glorioso del país.
"Creo que el optimismo era una cualidad natural de Reagan, y no tanto de Obama. Y es una herramienta política muy útil en tiempos difíciles", dijo Hess, quien subrayó el abismo ideológico que separa a ambos presidentes.
En efecto, parece improbable que el renovado centrismo de Obama le conduzca a abrazar uno de los grandes lemas de Reagan, "el del Gobierno no es la solución, es el problema".
Pero con un bache económico que no termina de remontar y una guerra abierta a su gran apuesta social, la reforma de salud, el presidente sí puede confiar en que su trayectoria se acerque a la de Reagan, que perdió empatía con el país durante la recesión y sólo volvió a ser el "gran comunicador" cuando los bolsillos estuvieron llenos.
El gran líder de los 80 sigue siendo hoy el ícono conservador por excelencia, el presidente que todos los candidatos presentaban como modelo en las primarias republicanas de 2008.
Esa posición, que no han logrado arrebatarle George H. W. Bush ni su hijo, ha facilitado la estrategia de Obama para persuadir a la oposición en algunas de sus propuestas clave, como el nuevo tratado START de desarme nuclear con Rusia firmado la semana pasada.